Capítulo III: I.ndependiente

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Enid seguía mirando su reloj, estaba ansiosa por salir del turno de su trabajo, para ser domingo, había asistido una gran cantidad de clientes y todo con un pedido parecido; café frappé, ya casi lo fabricaba de manera automática; espresso, un par de cubos de hielo, leche, jarabe que en algunos pedidos eran de vainilla o caramelo y siempre los decoraba con crema batida y agregaba chocolate rallado. Después de perder la cuenta, pensó que era el único café frío que vendían.

La última bebida que preparó fue un irlandés. Una preparación inusual para esa época del año, así que Enid tuvo que esforzarse por recordar la receta. Buscó la taza adecuada para la preparación, le agregó whisky irlandés con una sola cucharada de azúcar, escogió un espresso y la revolvió hasta que la azúcar se disolvió. Luego fue a buscar la crema batida, vertiéndola cuidadosamente hasta que quedó una capa en la superficie del café. Como toque final le agregó una pequeña cantidad de licor de café.

Entregó la taza a la mujer que esperaba con ansias su café agradeciéndole a Enid con una generosa propia en el frasco destinado para recibir las monedas o en este caso en particular un par de billetes de gran numeración. Enid miró el reloj en la pared que estaba frente suyo, solo le quedaban 5 minutos y podría descansar. Dando la espalda a las personas que se encontraban reunidas en las mesas, no escuchó el tintineo de la campana que estaba sujeta a la puerta, anunciando a un nuevo cliente, solo notó su presencia cuando la saludaron con un apodo que una sola persona usaba para ella.

—Dulzura—. Solo escuchando esa palabra, Enid giró para ver a la persona que era su pareja por más de un año y que se ha convertido en una pieza fundamental en su vida.

—Cariño—. Enid saludó a la mujer con una brillante sonrisa, a pesar del cansancio acumulado durante su jornada de trabajo, que empezó cerca del mediodía y terminaba a las 20 hrs.

—Solo quería pedirte un Cappuccino—. Ante esto Enid solo levantó la ceja derecha demostrando su incredulidad, ya estaba por terminar de ordenar, antes de marcar su salida.

—Si me pagaran por cada vez que crees en mis muy simples bromas, sería millonaria—. Le guiñó.

—Es que creo que serías capaz, ¿acaso no recuerdas mi primera semana de trabajo y me hiciste el mismo pedido y eso no fue una broma, fue justamente cuando estaba terminando de trabajar? —. Enid recordaba casi todas las veces que iba su novia a la cafetería, aunque en esa ocasión eran completas desconocidas, pero Enid no pudo olvidar el rostro de esa joven. Además, eran muy raras las ocasiones que la iba a buscar a la salida de algún turno, sus horarios eran similares y sus trabajos quedaban relativamente cerca.

Ingrid Krantz, una estudiante de ingeniería en informática del Instituto de Tecnología de Nueva York, de tez blanca, cabello naturalmente castaño, pero durante los últimos 4 meses había adquirido un tono rojizo, unos impactantes ojos grises antecedidos por lentes ópticos de montura cuadrada y una altura de casi 1.70 m. Es actualmente la pareja de Enid y no menos importante, una trabajadora del local de comida rápida que se ubica en la esquina del frente de la cafetería donde espera que su amada termine su turno.

—¿Cómo iba a adivinar que era tu primera semana? Además, que quedaban como 10 minutos, tiempo suficiente para que terminaras mi pedido—. Se excusó por una décima vez, aunque su verdadero objetivo era entablar una conversación casual con la rubia barista.

—Sí, sí como diga la señorita clienta, entonces... — quedó con la pregunta en el aire— ¿vas a querer tu café? —. Enid se había acercado para darle un rápido beso en los labios.

— Si me preguntas de esa forma, ¿quién soy yo para negarme? —. Enid escuchó la respuesta cuando ya estaba preparando el pedido de su especial clienta.

Howdy, Roomie!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora