9- Venganza

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Estábamos Stacy, Marco y yo, parados en el living, cuando Stacy hizo la llamada a mi padre y él le dijo que estaría en su casa en menos de veinte minutos.

El dolor de estómago que me invadió cuando escuché lo poco que faltaba para que viniese, fue de otro mundo; y no me había dado cuenta de que mi cuerpo había empezado a tiritar, hasta que Marco me envolvió en sus brazos.

─No es necesario que te quedes si no quieres. ¿Lo sabes verdad? ─me susurró suavemente al oído.

Quise responderle, de verdad que sí, pero algo en mí no me lo permitía porque mi mente ya estaba en otro lugar. Se había ido al día en el que mi padre me echó de la casa como un perro, y en todas las cosas que me había dicho; en cómo me había maltratado, incluso físicamente.

Siempre pensé en mí como una mujer fuerte, pero escuchar el nombre de mi padre me hizo sentir una niña indefensa de nuevo, removiendo toda clase de traumas que creí haber superado, pero evidentemente no era el caso.

Justo cuando le susurré a Marco que quería salir a tomar un poco de aire antes de que mi padre llegase, la puerta de la casa se abrió, dejando entrar a un hombre esbelto, a pesar de su edad, canoso, con varias arrugas en su rostro, y de ojos marrones. Iba vestido con su clásico traje negro y corbata roja.

Mi corazón se detuvo. Juro que sí. El agarre de Marco a mi cuerpo se hizo más fuerte, conteniéndome para no caer.

─Tú puedes Fuego. Sabes que puedes. Lo has hecho antes. ─Otra vez Marco dándome su apoyo cuando más lo necesitaba, haciendo que me cuestionara por qué habíamos terminado nuestra relación tantas veces.

Cosa c'è di così importante da richiedere la mia presenza?*

Si bien mi padre hablaba español, no lo hacía de manera fluida, así que a veces utilizaba el italiano para agregarle dramatismo a la situación, como por ejemplo ahora. Tomasso no era un hombre al que le gustara pasar desapercibido, y los dos monigotes que hacían de sus guardaespaldas y, que se habían quedado fuera de la casa, custodiándola, eran la prueba de ello.

─Don Tomasso, perdone por haberlo hecho venir. Sé que es un hombre muy ocupado, pero no sabía a quién más recurrir ─expresó Stacy, acongojada.

Mi padre examinó la sala de un lado a otro, con una inexpresividad inalterable, hasta que...

─¡¿Qué hacen ustedes aquí?! ¡Ustedes no pertenecen a la familia! ─levantó la voz lo justo y necesario para demostrar un cambio en su actitud. Ahora estaba saliendo su verdadera personalidad. La agresiva.

Claramente se refería a Marco y a mí. En ese instante Marco me tomó por la cintura con sus manos enormes, con la fuerza suficiente para demostrarme que no iba a dejar que me desarmara en frente de mi padre. Y fue con ese simple apretón, cuando caí en cuenta que no tenía por qué acobardarme, sino dar la cara, tal como una Nadali haría. 

─Estoy aquí porque es la casa de mis sobrinos y su madre me recibió muy amablemente. Además, con quien deberías descargar tu furia es con tu hijo Gino, y no con Marco y conmigo.

Listo. Había dicho lo que tenía que decir. Mi primer intercambio de palabras con mi padre en años, y se sintió muy bien.

Él me miró de arriba a abajo, con desprecio, retorciendo los labios, como si me tuviese asco.

─Más respeto conmigo, mocosa insolente ─ordenó con tono autoritario, aunque sin alzar la voz y sin mover un músculo. Estoico en el mismo lugar donde se había parado al entrar a la casa.

─Tengo muchas cosas más para decirte porque no pienso callarme nunca más, pero ahora tenemos un problema más grande y es que tu hijo, secuestro a tu nieto ─espeté con vehemencia, mientras lo señalaba al decir cada una de esas palabras.

─¡¿Qué?! ¡No es posible! Gino no sería capaz de secuestrar a su propio hijo. Si esta es la razón por la que me hicieron venir, puedo decirles que acaban de hacerme perder el tiempo. ─Se dio vuelta, encarando hacia la puerta─. Vámonos muchachos. No tenemos nada que hacer aquí.

─¡Nooo! Don Tomasso por favor no se vaya. ¡Se lo ruego! ─gritó Stacy, corriendo hacia mi padre, completamente desesperada, y con el rostro desencajado─. Gino no responde mis mensajes ni mis llamadas. Solo quiero que me devuelva a mi hijo y juro que nunca más escuchará de mí. ─Stacy se arrodilló y colocó sus manos juntas en el aire, en una especie de plegaria hacia mi padre.

Sin embargo...

─Chiquilla estúpida. ¡Eres una insolente!

¡Paf! El sonido quedó atrapado en mi mente, junto con otros que habían sonado de la misma manera en muchas oportunidades de mi vida.

Mi padre le había pegado una cachetada a Stacy, y con la fuerza del impacto en su mejilla, ella cayó al suelo.

El primero que reaccionó fue Marco y luego le seguí yo. Casi como si estuviésemos conectados mentalmente, el fue directo hacia mi padre y yo me ocupé de mi amiga.

─¡¿Qué mierda hace viejo decrépito?!

Muy pocas veces en mi vida había escuchado a Marco perder el control como ahora. La serenidad era una de sus características, pero mi padre había cruzado un límite que para Marco era imperdonable: levantarle la mano a una mujer.

Los monigotes que estaban en la puerta, entraron velozmente cuando vieron que Marco se fue encima de mi padre, y se colocaron uno a cada lado de él, siendo el más alto el que empujó violentamente a Marco para alejarlo.

─Déjenlo, muchachos. No sabe lo que hace. Pobre alma ─expresó mi padre con extrema calma, casi como si nada hubiese sucedido─. Muy pronto tendrá su merecido. Todo llega. Andiamo*.

Y con esas palabras, Don Tomasso Nadali, mi padre, se fue sin decir adiós y sin haberle ayudado a mi amiga a recuperar a su hijo; dejando un tendal de violencia a su paso.

─¿Estás bien? ─le pregunté a mi amiga, al tiempo que le ayudaba a levantarse.

Su mejilla estaba roja y un poco hinchada por el golpe.

─Créeme cuando te digo que he recibido peores golpes que este. ─Stacy se dio la vuelta para mirarse en el espejo que estaba colgado en una de las paredes─. No sé cómo pude pensar que el monstruo de tu padre podría ayudarme. Al parecer había olvidado que también me odia.

También. Palabra interesante. Y la recalcó porque Stacy había caído conmigo en el puesto de los más odiados por papá, cuando se puso de novia con mi hermano Gino. Si bien nunca la quiso, el hecho de que Gino se casase con una mujer que no tenía sangre italiana, hizo que mi padre le hiciera la cruz a Stacy.

─No te preocupes Stace. Vamos a recuperar a Gino Jr. Ya verás. Todo se solucionará ─intenté sonar lo más convincente posible, pero ni yo me creía mi discurso.

Mi hermano no era un hueso tan fácil de roer y cuando a él se le ponía en la cabeza que iba a destruir a alguien, no le importaba quién se interpusiera en su camino; incluso si era su propio hijo.

Marco estaba de espaldas a nosotras. Podía ver cómo sus hombros se habían tensado, lo notaba incluso con la camisa puesta, así de bien lo conocía.

─Haré lo que sea necesario para que tu hermano pague, Fuego. Y para que también lo haga tu padre. No se merecen estos destratos.

»Un día decidí enterrar todos los conflictos que rodeaban a nuestras familias. Por el bien de nuestra relación, por el bien de mi padre, pero ahora esa tregua se ha acabado. Hoy mismo prometo que Don Tomasso Nadali y cualquiera de su familia que se cruce en mi camino, conocerá la furia de la familia Di Gati.

¿Cualquiera de su familia? ¿Acaso... Yo también estaba incluida en esa venganza?

*¿Qué es tan importante que requiera mi presencia?

*Vámonos.

El dolor se paga caroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora