3- Presente y pasado

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Tardé unos minutos en reaccionar ante lo que Lara me había confesado. Era demasiado para asimilar, sobre todo viniendo de alguien que había conocido hacía menos de una hora. De igual manera, quería ayudarla. Mi ser no podía no hacer nada, no iba conmigo pasar de largo cuando alguien necesitaba ayuda.

─Mira, no diré nada ahora porque estoy segura de que esas cámaras nos están escuchando, pero prometo volver, prometo que no te dejaré abandonada. 

Lara se abalanzó sobre mí y me susurró al oído.

─No vuelvas a llamar al teléfono que puse en el aviso, también escuchan por ahí.

─Oh, sí. Prometo que volveré y te traeré esos dulces que me pediste. ─Fue lo primero que se me ocurrió para que no sospecharan nada. ─Ella entendió al instante de qué iba lo que estaba haciendo─. ¿Podría pasar al baño antes de irme? Tengo un largo viaje de regreso a casa.

─Sí claro. Está al fondo a la derecha, es la tercera puerta.

No podía creer lo grande que era este lugar, que además de tener cinco ambientes, todavía habían más del lado izquierdo.

Cuando entré al baño la boca casi se me cae de la sorpresa. Era más grande que mi habitación. Todo blanco, todo tan inmaculado. Podía verme en el reflejo del piso de lo pulcro que estaba. Evidentemente este no era el baño que Lara usaba, por lo que asumí que ella residía en la parte izquierda del penthouse.

Me apuré a pretender que hacía lo que dije que venía a hacer, y cuando estaba empezando a bajar mis pantalones me di cuenta de la presencia de la cámara en una de las esquinas de la pared. Me sentía intimidada, pero no me quedaba otra opción. Me bajé esos malditos pantalones con toda la delicadeza que pude y tratando de taparme en mis partes como podía. Traté de no mirar a la cámara y hacer como que no me importaba que estuviera vigilándome en una situación tan íntima y cuando bajé mi pantalón saqué la tarjeta que tenía con mi número y toda mi información de contacto; al fin me iban a servir esas malditas tarjetas que mi padre me había enviado aunque las detestaba con todo mi ser.

A pesar de que pensaba que no tenía ganas, en realidad había estado guardando bastante líquido y ni siquiera lo había notado. Terminé con mi asunto y tomé el papel higiénico que estaba colgado al costado. Lo saqué del soporte tratando de actuar como si lo hubiese hecho sin querer. Me acomodé de espaldas a la cámara y saqué un pedazo de papel, y en el proceso y tomé la tarjeta que había escondido en mi manga y la envolví en el papel higiénico, colocándolo de nuevo en el soporte, en una posición en la que la tarjeta no podría caerse. Utilicé el pedazo de papel que había cortado para limpiarme, me levanté los pantalones, lavé mis manos y salí de allí.

─Perdón por la demora. A veces me pongo nerviosa cuando uso baños ajenos. ─No fue lo más inteligente que pude decir, pero tampoco lo peor.

─No pasa nada. Yo ni siquiera lo utilizo, es el baño de invitados.

Tal como lo había pensado. Por eso la pulcritud del baño.

─Deberías traer más invitados a aquí ─sonreí torpemente para ocultar la ironía.

─Emm sii. Supongo ─respondió Lara un poco incómoda.

─Quizás la próxima deberías visitar el ala derecha de tu casa, es muy linda. También él baño. Creo que es el baño más lindo que he visto en mi vida. Deberías usarlo más seguido también. ─Le guiñé un ojo sutilmente. Quizás parecía como si tuviese un tic, pero tenía que intentarlo.

Lara me miró un tanto confundida, pero poco a poco la expresión de su rostro fue cambiando hasta llegar al punto del entendimiento.

─Ohh sii. Seguramente vaya por eso lado. Creo que ni siquiera recuerdo cómo luce esa ala del apartamento.

Bien. Lo había entendido.

─¡Qué bueno! ─exclamé quizás un poco más de intensidad de la necesaria─. Ya debería irme. Te llamaré si decido ser tu compañera de cuarto.

─¡Claro! Sí, no hay problema. Yo estaré aquí... ─Su voz fue sonando menos animada que antes cuando dijo esa frase y entendí perfectamente a qué se refería.

Sonreí casi en una mueca y comencé a acercarme al elevador. Lo llamé y la espera se sintió una eternidad. Lara continuaba parada en el mismo lugar donde me había recibido, casi como si fuese un robot que había pedido la posibilidad de decidir por sí misma. Me miraba con ojos entre tristes y llenos de miedo, y no había nada que pudiese hacer en ese momento.

Cuando elevador llegó, Lara de abalanzó sobre mí y me abrazó.

─Trataré de comunicarme contigo. Seguro darán de baja el número al que me llamaste ─me susurró al oído y se desprendió rápidamente del abrazo─. Lamento la expresión excesiva de cariño, es que me caíste muy bien.

─No pasa nada. Suelo tener ese efecto en la gente ─dije con una carcajada y ella también rió. Me subí al elevador y le dije adiós moviendo mi mano. Ella hizo lo mismo, pero con su mirada mucho más triste que la mía.

Mientras esperaba que el elevador bajara, no pude evitar pensar en qué me había metido. Y a la vez también pensé en que ahora que sabía en qué situación se encontraba esta chica, no podía quedarme de brazos cruzados, le había dado mi palabra.

Meterse con la mafia no era para nada recomendable. Yo lo sabía mejor que nadie. Sin embargo, tendría que recurrir a personas que había estado tratando de evitar. Involucrarme nuevamente con mi pasado no estaba en mis planes, pero había escuchado que a veces el pasado vuelve para atormentarte. Quizás el momento había llegado.




El dolor se paga caroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora