11- Extasis

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─Esperé muchos años por este momento ─me susurró Marco al oído.

Y volvió a besarme de una manera animal, como si todo este tiempo se hubiese estado conteniendo y ahora podía, finalmente, liberarse.

Su lengua recorría cada milímetro de mi boca, saboreando el reencuentro de labios que se conocían a la perfección.

Luego, su boca fue hacia mi cuello, lo cual hizo que me contoneara al sentir cómo sus besos repercutían en mi parte íntima. Esa exquisita sensación hizo que enloqueciera, tomando a Marco del cuello de su camisa y empujándolo para que cayera en la cama.

─Yo también te estuve esperando todo este tiempo ─terminé confesándole y, a partir de allí, tomé las riendas.

Lo besé con toda la fuerza y deseo guardado, y él me correspondió de la misma manera.

─Haré que te mojes entera ─murmuró, mientras le desabotonaba la camisa y él levantaba mi camiseta.

Dejé su camisa desabotonada a medias y levanté mis brazos para que me sacara la prenda. Marco me observó unos segundos, como admirándome.

─¿Te gusta lo que ves? ─pregunté con picardía, con una sonrisa dibujándose en mi rostro y desabroché mi sostén, liberando mis pechos.

─Me encanta ─respondió con más ansias de las que esperaba y se lanzó hacia mis pezones, succionando uno y estirando el otro con sus dedos, logrando que gimiera de placer.

Marco conocía muy bien los puntos que me hacían excitar y no le iba a costar mucho hacerme llegar al clímax.

Justamente pensando en eso y, sin dejar de trabajar en mis senos, usó su mano libre para desabrochar mi pantalón y la metió en mis bragas, introduciendo sus dedos en mi vagina y haciéndome gritar. Dejó de succionar mis pezones por un segundo y empezó a susurrar.

─Te voy a hacer acabar con mis dedos Fuego. Te voy a hacer acabar y luego tú me harás acabar a mí... Pero con tu boca. ─Mmm. Me relamí cuando dijo eso. Si había algo que amaba era su polla─. Y después, prometo follarte, follarte duro y suave, duro y suave, hasta que me supliques que te haga acabar. ¿Harás lo que te pido? ─espetó en un tono demandante.

─¡Sí! ─exclamé, retorciéndome porque ahora estaba en mi clítoris y estaba a punto de llegar.

Los papeles se habían dado vuelta. Pensé que al fin tenía las riendas, pero otra vez Marco las había tomado. Podía ser un dulce en todo momento, pero, en la cama, se transformaba por completo y le gustaba tener el control.

No me molestaba. Podía hacer conmigo lo que quisiera. Fue el primero y quisiera que fuese el último hombre que me follara. En este momento solo quería ser suya. Y así, llegué.

Estaba agitada, sudada, y todavía quería más, deseaba más. Así que fui por ello. Desabroché el pantalón de Marco y luego bajé el cierre, su erección era más que visible aun con el pantalón puesto, pero al bajarlo, muchos recuerdos vinieron a mi mente. Por último, hice que se bajara el bóxer, liberando su erección por completo, dejándome apreciar su enorme polla.

─Ahora es mi turno de hacerte acabar ─dije en un tono seductor y fui por ello.

Apenas metí su pene en mi boca, Marco gimió. Saborear su polla era como saborear un helado de chocolate, era el cielo.

Poco a poco, y de forma lenta y pausada, fui dándole placer. Quería dejarlo disfrutar antes de apretar el acelerador.

Con mi lengua, recorrí su anatomía de arriba a abajo, hasta llegar a la punta y concentrarme en ella.

─¡Ahhhh! Me estás matando ─jadeó agitado.

Yo seguí con mi trabajo, lista para hacerlo acabar, pero esta vez decidí que quería otra cosa.

Me levanté y fui directo hacia una de las mesitas de luz.

─¡¿Qué haces?! ¡Estaba a punto de acabar! ─exclamó con desdén.

─Lo harás cielo, pero en mí ─sostuve, mientras le mostraba el paquete del condón que tenía en mis manos.

─Me gusta cómo piensas ─susurró él, terminándose de sacar los pantalones y el bóxer.

Me saqué las botas, los pantalones y las bragas y me subí nuevamente a la cama. Abrí el paquete del condón con los dientes y se lo coloqué. De inmediato, me subí encima de Marco y comencé a moverme. Su polla se sentía exquisita dentro mío, tanto que había olvidado cuánto la extrañaba.

Movía mi cuerpo tratando de encontrar el lugar adecuado donde estaba mi punto de placer, pero a la vez sabía que Marco estaba a punto de acabar, así que decidí concentrame en él.

Sus enormes manos me tocaban el trasero, mientras yo me movía.

─¿Te gusta? ¿Te gusta follarme? ─le pregunté con mi voz sexy, pero demandante, al tiempo que llevaba sus manos a mis pechos, tocándolos y frotándolos.

─Me encanta Fuego. Me encanta que sientas mi polla dura dentro de ti.

Y sí que me gustaba.

Seguí moviéndome un poco más, hasta que Marco acabó y yo también. Había logrado encontrar el lugar justo para darme placer y la polla de Marco hizo su trabajo a la perfección.

Terminé encima de él, que todavía llevaba puesta su camisa a medio abotonar. Estaba sudada y completamente desnuda, acalorada, cansada, pero un estado de completo extasis.

─Espero que hayas quedado satisfecho ─murmuré en su oído, al tiempo que le tocaba la incipiente barba.

─No sabes cuánto. Juro que ya me pones duro de nuevo.

Y era cierto. Marco era todo un semental. Podía tener sexo durante horas y no cansarse. Una de las cosas que amaba de él. Y lo mejor, me follaba deliciosamente. Conocía mi cuerpo a la perfección y sabía qué me gustaba y qué no. Y yo igual con él.

─¿Quieres un segundo round? ─pregunté con una sonrisa.

─No siquiera tienes que preguntarlo ─me contestó, para luego introducir su lengua en mi boca y besarme con una intensidad que nuevamente encendió mi parte íntima.

El dolor se paga caroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora