Regreso

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Había pasado una semana desde que Adalbert Von Grantz se estuviera alojando en el castillo. Sin embargo solo lo había visto en las comidas. La mayor parte del tiempo se la pasaba en reuniones con sus hermanos o visitando la aldea. Estaba siempre alerta, vigilando pasillos y jardines, escaneando minuciosamente cada habitación antes de entrar en ella. Quería evitar a toda costa cualquier encuentro con él.

Pero la situación lo estaba comenzando a enfadar estoy actuando como un fugitivo en mi propio castillo. Ridículo, no debería actuar de forma tan infantil.

Su hermano apareció ante el de improviso.

-        ¿Conrad? ¿ya termino la reunión?

-        Solo se ha aplazado un poco, no podemos finalizar nada hasta obtener la aprobación de su majestad – contesto su hermano. Después de una pausa agrego – se está demorando esta vez.

No podía responder a eso sin agregar un tono amargo a su voz así que prefirió callar.

-        Las doncellas del templo dicen que Shinou no ha mencionado nada del regreso de su majestad.

Ya veo. Entonces el verdadero problema es que dudan de si esta vez va a regresar. Después de que acabo la guerra sin duda ese pequeño debilucho se relajo.

-        Volverá cuando quiera como siempre. – respondió a su vez, solo para que su hermano dejara de insistirle con el tema.

Ahora que sabia que Adalbert no estaba encerrado en alguna habitación bajo el atento escudriño de algún miembro del consejo corría el riesgo de encontrárselo. Seria preferible que me limitara a estar en mi habitación hasta la hora de la cena.

Estaba por llegar a su alcoba cuando una mano tomo su muñeca con fuerza.

-        Hey. ¿te has estado escondiendo?

Con un fuerte tirón se libero del agarre.

-        Por supuesto que no. De todos modos el consejo te ha mantenido ocupado.

-        Reuniones en las que se supone que deberías participar.

Wólfram bajo la mirada.

-        No es tu asunto. De todas formas dudo que mi opinión sea valorada.

-        Aun así. Estaba convencido de que eras un hombre que cumplía con sus responsabilidades.

El corazón de wólfram latió con fuerza.

-        Si que eres molesto.

Adalbert soltó una carcajada. En la penumbra del pasillo, wólfram pudo ver sus ojos azules resplandecer.

-        ¿Por qué estas aquí siquiera?

Los ojos azules se tornaron sombríos. Wólfram se sorprendió de poder leer en ellos esas expresiones con tanta claridad. Ahora mostraban inquietud o dudas.

-        No lo se.

Von Grantz lo atrajo hacia él con una de sus grandes manos. Sus palmas presionando con fuerza contra su espalda. Wólfram coloco sus manos en el pecho de este. Estamos tan cerca. Y mi corazón late tan rápido. Sus ojos parecen arder.

En el jardín se escucho un fuerte chapoteo, seguido de muchos gritos y confusión.

Wólfram estaba tan concentrado en lo que estaba ocurriendo con Adalbert que no se percato de nada de lo que ocurría afuera hasta que escucho las fuertes risas de alguien a quien conocía muy bien. En ese mismo momento el hombre lo soltó.

Dio un paso hacia atrás, dudoso.

-        Ve, se que quieres ir corriendo a saludarlo.

Sin pensarlo otra vez, se dio media vuelta y corrió hacia el jardín.

Observo con impotencia como el joven rubio lo abandonaba para correr al lado de su prometido. Lo siguió despacio. Tarde o temprano tendría que saludar al Maou y seria una descortesía no hacerlo ahora que sabía que había regresado.

Vio como el joven que hasta hace un momento lo acompañara, corría y se abalanzaba contra el recién llegado, una hermosa sonrisa adornaba su rostro. El momento no duro más que unos segundos ya que el Maou lo aparto un tanto bruscamente, lo saludo con torpeza, de la misma forma que se saluda a pariente que te es poco agradable. A los otros en cambio les obsequio grandes abrazos y sonrisas diciendo cuanto los había extrañado.

-        Su Alteza, bienvenido – dijo, acercándose al joven rey.

-        ¡Adalbert! Que agradable sorpresa. Has regresado al país, ¡que felicidad!

La felicidad del joven rey era sumamente palpable.

El momento continuo hasta que Conrad le advirtió que si no cambiaba pronto sus mojadas ropas atraparía un resfrió.

-        Si, tienes razón. – observaba al semihumano con total admiración – Von Grantz espero verlo en la cena.

Todos siguieron al rey para acompañarlo hasta sus aposentos, nadie más se percato del joven rubio que quedo en el mismo lugar donde lo apartara el Maou y el cual no había vuelto a pronunciar palabra.

Vacilo, sabía que lo más sensato del caso era guardar silencio. El joven no era alguien muy agradable cuando estaba molesto y desde luego su orgullo estaría herido. Pero tenía una enorme sensación de inquietud.  Demonios, simplemente no puedo permanecer tranquilo.

Apoyo una mano en el hombro del chico y repitió lo que una vez le había dicho – no te hagas esto chico.

Para su sorpresa, el menor en lugar de apartarlo o alejarlo, se abalanzo sobre él y lo abrazo con fuerza. 

Demonio de fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora