Despedida

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Pov Wólfram

Todos estaban exagerando. En realidad no estaba tan herido, no después de que un sanador aplicara un poco de magia en mi. Pero aun así todos estaban actuando como si estuviera convaleciente. Lo único que me estaba poniendo enfermo era el maldito paseo en barco.

Ya casi había transcurrido un mes desde mi fallido intento de boda y para estas alturas ya no quedaría ningún invitado en el castillo. Eso si no contamos a mi familia, todos seguían allí.

En algún punto del trayecto debí quedarme dormido, pues me desperté al ser levantado de la cama, reposaba en unos brazos fuertes y sonreí. Fue mi cerebro aun aturdido por el sueño el que dejo salir las palabras sin mi consentimiento.

-me alegro que te quedaras Yozak.

Sentí los brazos a mi alrededor tensarse, y fue entonces que me percate que el gran pecho contra el que estaba sujeto no podía pertenecer a nadie mas que mi prometido… y yo acababa de llamarlo por el nombre de otro hombre. Lleve mis manos a mi boca y le mire con arrepentimiento. Busque su mirada para disculparme pero no me miro en no ningún momento. Mantuvo su tosco gesto estoico al conducirme escaleras arriba en sus brazos hasta el puerto.

Habíamos llegado a casa. A casa. Era extraño sentir que en tan poco tiempo y que casi la mitad de ese lapso estuve fuera, me sentí en casa.

Lord Walter nos estaba esperando viéndose muy preocupado.

-hijo!-exclamo corriendo hacia nosotros-¿estas bien? Dijeron que estabas herido, yo mismo mande traer al mejor sanador de la zona, tienes que recuperar fuerzas, oh estábamos tan preocupados ¿Dónde estabas niño? No importa! Ya nos contaras todo cuando estés recuperado.

“¿Adalbert herido?” pensé, antes de caer en la cuenta que el hombre estaba hablando conmigo y no con mi prometido. “me ha llamado hijo” pensé sobrecogido.

Esta vez no hubo paseo en caballo hasta el castillo, no técnicamente. Me trasladaron en una carroza, con un molesto sanador que insistió en revisarme. Para el término del viaje estaba hastiado, y con culpa tuve que admitirme a mí mismo que con quien más me apetecía estar era con Yozak.

Desde que dejamos la playa el día de la pelea, Yozak parecía estarme evitando, nunca se quedaba a solas conmigo y aun cuando estábamos todos reunidos y se dirigía a mi no me miraba directamente. Me preocupaba bastante que decidiera irse. No ayudo el dejar de pensar en el que en trayecto pasáramos cerca de la colina donde estuvimos el último día.

Miraba por la ventana los últimos tramos hacia el castillo, y al llegar pude ver claramente la figura semi escondida de mi hermano en el segundo piso. Mi madre y Greta nos esperaban en la entrada junto a algunas doncellas y soldados. Sorprendentemente mamá no estaba exaltada como siempre, tenia sujeta con una mano a la niña y la otra la tenia echa un puño sobre su pecho, y también usaba un vestido discreto. En cualquier otro momento hubiera creído que no era mi madre en lo absoluto.

-mi Wolfi –dijo con alivio en cuanto me vio.

-Hola madre-salude, bajando de la camilla siendo asistido por el sanador.

Me adentre en el castillo antes de que mi madre o alguien más pudiera detenerme, y fui directo hacia mi dormitorio.

El dolor se incremento un poco al subir rápidamente las escaleras. Descubrí que el cuarto parecía intacto tal cual lo deje la última noche que lo vi. Las cortinas estaban cerradas y el lugar no parecía haber recibido visita alguna el largo tiempo.

Toc toc toc alguien estaba llamando a mi puerta. No respondí, no deseaba visita alguna, al parecer mi rápida escapada escaleras arriba no lo haba dejado en claro.

Demonio de fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora