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El despacho de los Lee estaba cargado del aroma de aquel alfa de afilada mirada que sonreía ante la invitación que representaban las manos del chico en su cuello. El gatillo de la Colt arañaba la piel de la frente de Jimin tal como sus dedos se hundían en la pálida garganta de Min.

Ninguno de los dos dejaba de mirar al otro. Como una especie de tortura lenta donde no interesaba el dolor o el peligro rodeando a sus lobos y tensando a sus cuerpos.

Lo único que parecía importante para aquellos dos era aprenderse al otro de memoria mientras los anillos dorados que identificaban su conexión con los elegidos por la madre luna confirmaban aquella inútil apuesta.

—Si sigues apretando más abajo de la nuez de Adán te darás cuenta que una falta puede hacer que dejes de respirar según tu rango.

La voz oscura de Min había casi susurrado aquello, consiguiendo otro escalofrío en el cuerpo de Jimin.

—Si gusta, termine de correr el gatillo. Se dará cuenta que no le tengo apego ninguno a la vida.

Fueron las duras palabras de Park mientras encontraba su reflejo en las pupilas contrarias.

—Si cometiera la estupidez de desperdiciar un espécimen como tú no fuera considerado quién soy en el rubro. Solo acepta de una vez.

—¿A cambio de qué? Del mismo precio por el cual obtuvo información sobre mí. Métase sus millones por donde mejor le quepa señor...

Jimin apretó con más saña la garganta contraria mientras escuchaba el gatillo afirmarse contra su piel. La sonrisa desfigurada en el rostro sonrojado de Min por el esfuerzo fue el preludio para que una ráfaga de fuego impactara el lugar.

Los que estaban haciendo guardia fuera del despacho no tardaron en correr en auxilio de su líder y los que poblaban los vestidores se apresuraron en busca de una respuesta a tal alboroto. Namjoon casi maldice al encontrarse el desastre sobre el tapete de los Lee.

—Eres un cabrón traicionero. Cuando despierte va a querer arrancarte las bolas y con toda la razón.

El de mechones platinados observaba como Yoongi registraba el cuerpo flácido de Jimin en busca de armas o dispositivos de transmisión. En el último momento había decidido asustar aquel extraño alfa fingiendo que el aire no le llegaba a los pulmones por su poco creativo intento de asfixiarle y cuando el boxeador había casi paladeado el sabor de la victoria una descarga al aire para aturdirle y propinarle un golpe en el estómago que lo había dejado hasta cierto punto inconsciente.

No le importaba cuánto se negara o el pasado en la oscuridad que tuviera Park. Había comprobado desde la primera fila el potencial que tenía el chico y esa furia incontrolable que se pintaba en sus facciones cuando estaba sobre el ring. Era un diamante en bruto que se encargaría de pulir aún en contra de su voluntad.

—Encárguense de arreglarlo todo. Salimos para Tokio esta noche.

Taehyun ya levantaba sobre sus hombros el cuerpo de Park. Namjoon elevó una ceja mientras veía a Yoongi alcanzar el umbral.

—Espero que sepas bien en qué te estás metiendo.

El alfa de cabellos purpúreos sonrío con sorna.

—Yo nunca me equivoco, Kim.

Tal arrogancia solo era concebible cuando se trataba de Min, pero ni el jefe del clan Kim ni el discípulo de los Kang estaban allí para decidir algo.

Con paso marcial siguieron a un parsimonioso alfa de cabellos y orbes purpúreos hasta la salida trasera del club, allí le esperaba una verdadera caravana de coches cada uno más lujoso que el otro.

•Alma de Alfa•ymDonde viven las historias. Descúbrelo ahora