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El recorrido sobre el hombro de Min Yoon Gi solo conseguía que la vergüenza se arremolinara en las rellenas mejillas de quien fuera proclamado el demonio del ring en The Rouge.

Jimin tenía tantas ganas de gritar, pero paradójicamente su lobo lo contenía, como si el hecho de ser llevado con artes de cavernícola sobre la ancha espalda del alfa y contemplarle desde ese ángulo fuera una especie de bendición.

—¿Qué sigue en la lista de atrocidades?¿Nunca lo han demandado por abuso de poder y maltrato psicológico a su personal?

Se atrevió a cuestionar cuando unas puertas de manillas talladas en marfil fueron desplegadas frente al extraño conjunto que formaban. Los sirvientes del alfa parecían acostumbrados a ver semejante espectáculo, por lo que Jimin emitió una especie de gruñido mientras luchaba por zafarse otra vez. Yoongi resopló.

—Quédate quieto de una vez o te azotaré de veras. Eres como un niño mimado que necesita un correctivo. Guarda tu sed de venganza para cuando vayas a pelear en mi nombre. También quiero los honoríficos fuera. Te llamaré sin esos molestos motes y tú solo me llamarás "señor" cuando estemos en presencia de la competencia. En esta casa nunca se usan los protocolos...

Finalmente Jimin regresó a tocar el piso y sus intenciones de taclear a Min quedaron anuladas por ese comentario o quizás el hecho de que su lobo se sintiera intimidado por la mirada puntiaguda que estaba recibiendo.

Contra todo pronóstico solo atinó a despeinar su cabello con un gesto de frustración antes de sentarse frente a la mesa del despacho privado donde el más pálido solía tomar las decisiones en la Casa Mayor.

La educación no es tu fuerte Park.

Le regañó antes de desplegar una carpeta de cuero sobre la pulcra madera de caoba. En elegantes letras un contrato de tres hojas que terminaba con líneas pautadas le permitía conocer que a partir de ese instante quedaba bajo la protección de Min Yoon Gi en calidad de guardia personalizado y miembro del cuerpo de seguridad del hombre que para la capa más superficial de la sociedad era considerado como uno de los empresarios más importantes de Asia.

Jimin se relamió los resecos labios antes de arrojar aquel papel de vuelta sobre el escritorio. Min enarcó ambas cejas.

—Supongamos que firmo eso. Sigo estando bajo coacción, a estas alturas... ¿Cuál es su verdadero interés en convertirme en un esclavo a su servicio, aun cuando permita que continúe con mi educación? A mí no me engaña. Existe algo más detrás de sus buenas intenciones...

Los orbes color púrpura del alfa centellearon con el halo rojizo que identificaba a su lobo. Jimin no era tonto, eso era otro punto a su favor y muy a su pesar no podía sembrarle sus dudas cuando ni él mismo estaba cien por ciento seguro de que aquel chico fuera a quien realmente necesitaba para cobrar su venganza.

Yoongi no había nacido con abolengo y mucho menos con esperanza. Todo lo contrario, el actual Rey Oscuro del bajo mundo emergió básicamente desde lo más profundo para convertirse en el cabecilla de una mafia demasiado turbulenta y era más que lógico que tuviera enemigos.

Rodearse de personas como Jimin era lo de menos. Asesinos a sueldo podía conseguir en cualquier parte, pero qué sucede cuando descubres que el prospecto corre el riesgo de transformarse en tu potencial debilidad.

Los ojos verdes de Jimin le fulminaban aun siendo enmarcados por el fino velo del desprecio. Su familia le había vendido bien la historia de que era el hijo de un pobre trabajador portuario y una omega que apenas percibía su aroma. Jimin era el cachorro que nunca pudo regresar a casa cuando su origen continuaba siendo un misterio.

"Las casualidades no existen. Todos somos parte del rompecabezas."

Las palabras del jefe anterior previas a consumirse entre sus manos golpearon a Yoongi mientras se disponía a tomar a Jimin por las solapas de la sudadera que el chico aun exhibía.

•Alma de Alfa•ymDonde viven las historias. Descúbrelo ahora