Habían pasado casi dos semanas y media desde que llegó allí. Violet era muy centrada y dedicada a lo que le enseñaba, considerando que era una niña de 8 años. También muy inteligente. Descubrió que no le costaba memorizar las cosas. Lo que significaba que probablemente tenía memoria fotográfica. En lo referente a cómo se sentía allí, pues, se llevaba muy bien con prácticamente todo el personal, Ceagan, Tomas y Johnny, los dos chicos que asistían al mayordomo; con Georgiana, pero por alguna razón desconocida las chicas la ignoraban, en el mejor de los casos. A veces le daban información falsa de dónde se encontraba Violet o de cualquier otra cosa que les preguntaba. Era como si se divirtieran metiéndose con ella. Y, se dijo que no caería en su actitud infantil. Estaba allí para hacer un trabajo y a pesar de que le dolía, en cuanto pudiera, se iría y jamás las volvería a ver. No había visto al dueño de casa, el señor Tresillian Black, pero, suponía que no era raro porque se la pasaba trabajando. A veces, en las noches, le parecía oír pasos en los corredores como de zapatos de hombre. Sabía reconocerlos, porque solía esperar de niña a su padre regresar del trabajo en las noches, y tenía calcado en su memoria el tipo de sonido que los zapatos de charol hacían. Pero de momento, no le había visto.
Había terminado de enseñar las sumas a Violet y le había dejado que saliera a jugar al jardín. Amaba estar afuera con la naturaleza. Ella había tomado un libro de la biblioteca y se había sentado junto a la ventana entreabierta a leer. Se quedó dormida y cuando despertó, ya había anochecido. La habitación estaba a oscuras, a excepción de la luz de luna entrando por la ventana. Se incorporó, tomando el libro caído en su pecho, y cuando alzó la mirada vio que había alguien parado unos metros de ella. Pegó un respingó y el libro cayó al piso.- ¡Santo cielos!-El sujeto no se movió, continuó contemplándola. –No te vi allí parado.-dijo como si de alguna manera ella hubiera hecho algo mal y tuviera que disculparse.- ¿Quién eres? ¿Uno de los sirvientes?-
El sujeto, a quien no podía ver muy bien, tan sólo se le quedó mirando en silencio un momento antes de finalmente decir:-¿Lo parezco?-había un deje burlón en su voz.
Resopló haciendo volar el mechón que se había escapado de su corona. Estaba harta de que se la tomaran con ella para divertirse. Se levantó de golpe, su larga cabellera meciéndose con el movimiento.-Mira, un sí o un no, es suficiente, ¿no te parece?-
Él se rió, un sonido grave y rico.-Me disculpo, no pretendía que te sientas atacada.-
De nuevo, ella se sintió que exageraba. Suspiró.-No, me disculpo yo, es que todos parecen que están divirtiéndose a costa mía y una llega al límite de su paciencia.-
-Es entendible.-
Se hizo un silencio, en que ninguno de los dos sabía con qué llenar. Ella fue la primera en romperlo.- ¿Acabas de llegar? No creo que te haya visto antes.-
El rió de nuevo suavemente.-Sí, acabo de llegar.-
-Ahhh...-
-Tú también.-afirmó.- Eres la nueva...¿niñera?-
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Huyendo a los brazos del CEO
RomanceArabella McKenna huye de la horda de gente enfadada que demanda que pague por los pecados de su padre, una terrible tragedia que sacudió toda la ciudad, pero su mala suerte no termina allí, en el tren que aborda, hace una amiga, la primera que la tr...