"Vamos, nena, despierta" le suplicaba Tresillian, con su delicada mano entre las suyas grandes y ásperas, sentado a su lado en la sala de cuidados intensivos, esperando que despertara del coma. Ella se encontraba en la cama, cables saliéndole de todas partes conectando a diferentes aparatos, una gruesa venda envolviendo su cabeza, cubriendo la operación que le habían hecho para reparar la fractura de cráneo. Cada vez que recordaba el momento, la visión de Carrie en el piso, toda ensangrentada, golpeada, y luego ese sonido, jamás podría olvidarlo, el quiebre del hueso, el terror que sintió helándole cada centímetros de su cuerpo cuando vio la copiosa cantidad de sangre que desbordaba de detrás de su cabeza y ella desplomada en sus brazos, muerta, porque por un momento creyó que lo estaba.
Había regresado antes de la ciudad, no podía esperar más a estar con ella, cuando atravesó el hall, escuchó raros sonidos que le llevaron hasta el piso superior y fue cuando les encontró. Dentro de una de las habitaciones, con la puerta abierta mostrando la más horrífica de las visiones, Marion sobre Carrie tendida en el piso, acurrucada sobre su lado derecho, siendo pateada viciosamente.
Corrió y rodeó con sus brazos a Marion, lanzándola lejos de Carrie. El resto era todo un borrón. Carrie empujándole con su cuerpo al piso y desplomarse inconciente sobre su pecho, personas entrando y sujetando a Marion, que tenía un candelabro agarrado fuertemente en su mano, manchas de sangre y pelo castaño cobrizo de Carrie enredados en el duro metal.
De eso ya había pasado una semana y media, y si bien, los médicos eran optimistas, él temía porque Carrie jamás volviese a despertar. Sentía que se había terminado de su suerte. Una efímera probada de paraíso para serle finalmente arrebatada.
Escuchó los zapatos rechinantes de la enfermera entrando a la habitación privada. Se acercó a la cama, y comprobó los signos vitales de Carrie en la máquina, y luego le cambió el suero. Era una mezcla de suero vitamínico y medicamentos para mantener el dolor lejos y cure más rápido.
La mujer se fue sin decir nada, no es como que él estuviera para cháchara, sólo podía pensar en Carrie y en que despertara. Era lo único que importaba.
De pronto, se oyó un gemido. Él parpadeó las lágrimas que se amontonaban en sus ojos, y creyó que estaba teniendo otra de las alucinaciones en la que la veía despertar. Se quedó duro, observándola, esperando que se terminara y la viera de nuevo dormida. Pero, cuando no pasó, cuando ella movió débilmente la cabeza y sus párpados aletearon intentando abrirse, supo, supo en su corazón que era real, ella estaba despertando.
Se levantó de su silla de golpe. -Carrie.-
Ella gimoteó de nuevo, moviendo la cabeza en dirección de su voz, y sus ojos finalmente se abrieron y posaron en él. Una enorme y feliz sonrisa se estiró por toda su cara al ver esos hermosos ojos pardos de nuevo mirándole.-Hola, amor.-le acarició con cuidado la mejilla. Ya no estaba inflamada, al igual que su ojo derecho y nariz, pero temía que el simple roce la lastimara. Ella se le quedó mirando en silencio y un nuevo temor comenzó a treparle. El médico le había advertido de que si despertaba, podía experimentar amnesia. –Carrie, mi amor, ¿recuerdas quién...-la débil voz de ella le hizo callar:-Tresillian...-le llamó en un suave susurro, pero que llegó a sus oídos como gritos. ¡Le recordaba!
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Huyendo a los brazos del CEO
RomantizmArabella McKenna huye de la horda de gente enfadada que demanda que pague por los pecados de su padre, una terrible tragedia que sacudió toda la ciudad, pero su mala suerte no termina allí, en el tren que aborda, hace una amiga, la primera que la tr...