Capítulo 3

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Los rayos del sol de un nuevo amanecer comenzaron a colarse por las cortinas negras de la habitación del demonio Crowley. Lo que hizo que se despertara de mal humor.

Lo que no era ninguna novedad.

Y quienes tenían que soportar su humor primero, eran sus hermosas y perfectas plantas. Quienes recibían su inmediata atención al levantarse, ya que enseguida las regaba con un rociador y las revisaba una por una que estuvieran perfectas.

Casi siempre las amedrentaba con comentarios agresivos y fuertes, pero extrañamente hoy no estaba de ánimo. Y es que realmente no tenía ganas de hacer nada.

Así que al terminar solo caminó a la Silla-Trono de su escritorio, y se sentó totalmente desparramado para tratar de encontrar la comodidad.

Se quedó unos minutos así en completo silencio, observando el bosquejo de la Mona Lisa que tenía colgado en la pared.
Y creyó recordar que día era.

Revisó su reloj de muñeca y lo confirmó, hace exactamente un año y medio, Azirafel, el ángel del que se había enamorado en todos estos años que llevaba en la tierra, había escogido al cielo antes que a él.

Esto explicaba porque se había levantado sin ánimos de hacer nada más que sentirse miserable y vacío.

Entonces se inclinó un poco para abrir un cajón de su escritorio, del cual sacó una pequeña caja de color negro. La cual abrió con cuidado para sacar una fotografía, precisamente la única en la que posaban juntos.

Era la fotografía que les había tomado Furfur, cuando el Ángel pretendió ser un excelente mago, y prácticamente le otorgo el poder a él para matarlo con un arma de fuego para un acto de magia. Cosa que jamás podría haberle hecho, porque nadie merece hacer semejante cantidad de papeleo al perder un cuerpo.

Y porque lo quería demasiado para hacerle daño. De eso se había dado cuenta en todo este tiempo de soledad y amargura.

Se acomodó nuevamente en su asiento para dedicarse a mirar a detalle la fotografía. Y una sonrisa de medio lado se posó en su rostro cuando recordó lo feliz e iluminado que estaba el Ángel en los camerinos, una vez terminado el número. Realmente irradiaba felicidad y amor.

-- Idiota... --alegó suspirando mientras volvía a inclinarse para guardar la fotografía donde estaba.

Para luego levantarse y salir, porque hablando de Ángeles idiotas, recordó a Muriel. Ya habían pasado algunos días desde la última vez que la visitó y honestamente no tenía nada más que hacer.

Así que iría a verla.

Esa niña le había dado muchos dolores de cabeza cuando comenzó a "trabajar" en la libreria. Recordó que despúes de pasadas dos semanas la librería era un desorden, y faltaban varios de los libros más preciados de Azirafel, así que comenzó a quedarse las siguientes semanas enseñándole como tratar con los humanos, ordenando y distrayendo su propia mente.

Y mientras conducía recordó cuando comenzaron el "trato".

-- ¿¡Regalaste esos libros!? --gritó Crowley, no podía creer que lo hubiera hecho. Es decir, no le importaban esos montones de papel con tinta.

Pero a Azirafel si, y había visto a lo largo de los años el esfuerzo que hizo el Ángel buscando cada uno de esos ejemplares, y como distraía a las personas para evitar que los comparan cada vez que abria la tienda. Como solía dedicar mucho de su tiempo a manternerlos limpios y odenados. Y como disfrutaba leerlos.

-- Pues, los humanos los querian y yo se los entrege... --respondió con algo de miedo, nunca había visto al Sr. Crowley así de enojado.

-- Sigo sin entender como es que siguen a cargo. --dijo mientras caminaba a la puerta de la tienda enfurecido, para colocar el letrero de cerrado y volver, arreglarían eso inmediatamente--. Escucha, te enseñare como hacer esto. Y como parecer una humana.

Feather (AziraCrow)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora