Park Sunghoon nació destinado a ser el mago que salvaría a las seis naciones que conforman Nevaeh del golpe de los rebeldes y aquel que por fin detendría la catastrófica guerra mágica.
Ha pasado años entrenando para ese momento y cada mago tiene su...
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Al inicio, una risotada incrédula había salido de sus labios luego de que la ilusión proyectada por la esfera entre sus manos se desvaneció. Debía existir un error, ¿por qué diablos estaba viendo a Sim Jake en la que era la profecía de su vida?
Tenía que ser una equivocación. De seguro se trataba de una mala broma de sus amigos, aunque Sunghoon no los consideraba como tal. Eran hartantes y no paraban de presumir todo el tiempo los puestos que sus padres poseían en Nevaeh. Por desgracia, tampoco tenía el valor para mandarlos a volar, así que se resignaba a pasar el tiempo con ellos aún si terminaba contagiado de sus actitudes pedantes y egocéntricas.
Sin embargo, cuando revisó por segunda y tercera vez la laguna divina y no encontró otra piedra similar a la que ya se hallaba en sus palmas, empezó a temer. Entonces activó de nuevo la proyección, viendo las mismas imágenes como si de una película lenta y tortuosa se tratara.
Sim Jake estaba ahí. Era el protagonista de la gran profecía, aquella que dictaba el destino de todo el mundo mágico y del terreno mortal, aquella en la que se supone, él debería estar como protagonista.
No comprendía que sucedía, tampoco sabía de qué manera sentirse con exactitud. Estaba confundido y enojado, en parte también decepcionado pues pasó toda su vida preparándose para ese momento, toda la nación de Nevaeh creía que él sería el elegido desde que el gran Namjoon junto a los tres divinos predijeron la existencia de uno.
