Park Sunghoon nació destinado a ser el mago que salvaría a las seis naciones que conforman Nevaeh del golpe de los rebeldes y aquel que por fin detendría la catastrófica guerra mágica.
Ha pasado años entrenando para ese momento y cada mago tiene su...
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Tenía que admitirlo.
Jamás había estado tan tranquilo en sus dieciséis años de vida —diecisiete, si tomamos en cuenta que a la siguiente semana es su cumpleaños—.
Pese a que los Wandler Tier son bastante ruidosos, Sunghoon nunca antes se sintió tan en paz y acogido por un lugar. Los habitantes lo saludan con una sonrisa, agradeciéndole lo que hizo por la villa y dejando regalos todos los días con su nombre escrito en ellos.
Está acostumbrado a la atención, sin embargo, aquello es distinto. Fue un acto que hizo siguiendo sus impulsos (o su corazón, tal vez) y no sabe cómo reaccionar. Se siente torpe y sudoroso cada que alguien lo menciona, sobre todo, porque Jake no ha dicho nada al respecto o al menos no delante de él, Sunghoon no lo ha oído parlotear con entera emoción y ojitos brillantes sobre lo gran mago que es, ni de lo listo y amable que lo considera.
Quiere preguntarle, empero, no sabe cómo. Es obvio que se ha dado cuenta y sabe que fue él quien reparó todos los daños en su villa y creó el ejército de guardianes mágicos que custodian el lugar desde las copas de los pinos, sin embargo, por más que lo piensa no encuentra una forma de preguntarle sin hacer notar que se muere de nervios por saber su opinión en específico.
