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—¿Qué te pareció que hayamos llegado de visita, primo?—preguntó Félix después de entrar a la habitación de Adrien.

—Me alegra que estén aquí.—respondió Adrien sonriente.

—Cuando preguntaste a tu papá si nosotros éramos la sorpresa no lo parecía.

—Porque la verdad no imaginé que ustedes vendrían, pero no quiere decir que no me alegre. —Adrien pasó la mano sobre su cabello.

—Qué bueno, porque he venido a ayudarte.—Félix colocó una mano sobre el hombro de su primo.

—¿Ayudarme a qué?

—Primo, sabes que tu padre te tiene en una jaula de oro en la que controla hasta el aire que respiras. Si no haces algo, tendrás 30 y seguirás igual o peor...—dijo Félix, mirando a los ojos a Adrien.

Adrien suspiró, era absolutamente cierto. Pero si él ya lo había intentado muchas veces sin éxito, no creía que Félix consiguiera algo.

—Estoy seguro de que no quiere que vayas a una universidad lejos de casa. —comentó Félix.

—¿Cómo lo sabes?—preguntó Adrien, mientras ambos chicos caminaban al sofá.

—Si nunca te permitieron estudiar como un chico normal, ¿por qué ahora te dejaría tan fácil?—dijo Félix mientras tomaba asiento.

—Tienes razón. ¿Sabes qué me propuso?—Adrien sintió el enojo regresar a su cuerpo al recordar la conversación de la mañana—Pagar una universidad en línea para quedarme en casa. ¡Dios, estoy harto!

—Adrien, voy a ayudarte. Prometo que te daré tu libertad. —Félix sonrió.

—¿Y cómo lo harás? Infinidad de veces he intentado rebelarme y al final...—agachó la mirada avergonzado—terminó cediendo. No importa cuánto deseé gritarle que no haré lo que quiera, sólo callo y asiento.

—Adrien, yo sé dónde está la clave para obtener tu libertad. —Félix miró de reojo el anillo en su dedo anular—Era el mismo lugar dónde estaba la mía, y te prometo que cuando lo obtenga serás libre.

—¿De qué estás hablando?—Adrien no comprendía las palabras de Félix—¿Te refieres a tu padre?

—Así es, y solo después de su muerte pude liberarme. —respondió Félix.

—¿Y quieres matar a mi padre para yo ser libre?

—Si lo estás diciendo es porque lo has pensado, yo nunca sugerí eso...—Félix rio—Yo hablaba de otra cosa.

—No seas bruto, a veces odio a mi padre pero nunca podría pensar en algo así.—Adrien dio una pequeña palmada en la frente de su primo—¿De qué cosa hablas entonces?

—¿Recuerdas cómo me trataba mi padre? La forma en que me miraba con odio, el como me hablaba con desprecio...

—Como te obligaba a hacer cosas que no querías.—Adrien finalizó la oración—Si tengo motivos para quejarme de mi padre, el tuyo era mucho peor.

—Es verdad que me liberé de su poder luego de su muerte,—dijo Félix—pero no era sólo porque ya no estaba físicamente para gobernarme, era porque tenía con él algo que le otorgaba ese poder. Con eso controlaba mi voluntad y cuando lo obtuve, recuperé mi existencia.

—¿Algo? ¿Por qué hablas como si fuera un objeto?—Adrien pensaba que su primo estaba un poco chiflado.

—Sé que ahora no lo entenderás por mucho que te explique, pero lo harás y cuando ese momento llegué, por primera vez decidirás qué hacer con tu vida.

Mi Pequeño Secreto (Lukadrien)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora