En la desolada habitación, el dolor de Yeonjun hacía eco. La emoción era tan densa que revestía al joven como un manto desagradable. Se había encerrado desde el día en el que recibió la oscura noticia, y habían pasado casi dos semanas. Apenas comía, sus horas de sueño eran exageradamente largas, o, por el contrario, tenía lapsos de desvelos poco saludables. El pasar del tiempo le tenía sin cuidado, estaba más absorto en callar sus pensamientos que en cualquier otra cosa. Faltaba a clases, ignoraba los mensajes de sus amigos, y simplemente lanzaba miradas vacías cada que su madre trataba de comunicarse con él. Ciertamente extrañaba a sus progenitores, deseaba el calor que le podían ofrecer mediante abrazos, pero percibir la lástima en sus voces lo hacía revivir una y otra vez la pérdida, así que era mejor evitarlos por el momento.
Lamentaba ser una fuente de preocupación para sus seres cercanos, pero a pesar de que la culpa lo carcomía, le daba mucho más miedo salir y enfrentarse a la realidad.
Estaba estancado en un círculo vicioso en donde se lamentaba por horas, para luego seguir con una etapa de disociación por la excesiva carga de sentimientos. Miraba fijamente su mano, y se perdía analizando aquella letra que estaba incrustada en su piel, le parecía tan hermosa, tan nostálgica. El eterno recordatorio de que una persona, en alguna parte, había dejado este mundo. Su persona.
Después del veinteavo día, adquirió la pésima costumbre de rascarse sin cuidado justo en la zona donde yacía la "K". Se había lastimado tanto la piel que el rojo vivo de la herida lucía preocupante, le sangraba sin parar, aún así, la letra permanecía intacta. No pudo ocultar por mucho tiempo el daño que se había hecho, cuando su madre se percató, inmediatamente fue a buscar el botiquín de primeros auxilios para tratar el daño.
—¡Por favor, no vuelvas a hacer algo así! —gritó la mujer.
Por más que su hijo llegara a ser insufrible, jamás había levantado la voz en ningún momento, ni siquiera para reprenderlo, más la desesperación se había desbordado. Tenía el corazón resquebrajado dada la situación, se sentía tan impotente, consciente de que no existía una fórmula exacta que pudiera ayudarla a descubrir qué actos llevar a cabo para salvaguardar el bienestar de Yeonjun.
—Junnie, cariño. Permíteme ayudarte. Dime qué necesitas... —a pesar del arranque de hace unos segundos, ahora le hablaba con suavidad y paciencia. Le colocaba con cuidado una venda en la zona afectada al tiempo que rezaba para recibir una respuesta afirmativa del joven.
Los dos acomodados en el piso, quedaron unos segundos en silencio. La mujer no pretendía irse, no en esa ocasión, pero tampoco quería poner presión.
—No sé —la voz quebrada se escuchaba débil, después de todo, había estado en total silencio demasiado tiempo—. No sé qué necesito.
—Tengo una idea, ¿qué te parece si nos recostamos en la cama y te cuento una historia? —tal vez la propuesta sonaba tonta e infantil, él ya no era un niño. Pero quería demostrarle que en el pasado no solo residen malas memorias. Como fuera, si rechazaba la idea, se le ocurriría otra diferente, así hasta encontrar lo adecuado.
Pero para su sorpresa, Yeonjun asintió con la cabeza. El cabello oscuro y desordenado le caía en la frente, el fleco le ocultaba ligeramente los ojos, pero su madre pudo notar un atisbo de brillo en ellos, brillo vivaz.
Antes de que se levantaran, ella aprovechó para darle un abrazo, uno que pudiera transmitir el honesto amor maternal, uno que le dejara claro que jamás se iría de su lado. Al principio fue un poco incómodo corresponder a la muestra de afecto, pero él siempre amó demostrar cariño mediante el contacto físico, además, ser estrechado entre unos brazos tan familiares le regresó un poco de calidez al cuerpo. Rodeó a su madre, y hundió el rostro en su hombro, encontrando el refugio que tanto necesitaba.
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Loss |YeonKai|
FanfictionAl cumplir los veinte años aparece una marca en el cuerpo: la inicial del nombre de tu alma gemela. Yeonjun descubrió que jamás encontraría a su alma gemela.