Capítulo 13 La confianza de un yokai

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Había pasado una semana desde el fatídico encuentro de Issei con Kohana y sus cachorros. La pequeña casa abandonada en el corazón del bosque se había convertido en su refugio. A pesar de su humilde estado, Issei había estado trabajando sin descanso para hacerla más habitable. El sonido de los clavos de madera clavados en su sitio resonaba por toda la casa.

La casa, aunque todavía en mal estado, mostraba signos de mejora. Las puertas que faltaban habían sido sustituidas por otras improvisadas que ofrecían un mínimo de intimidad. Una forja rota en un rincón dejaba entrever los intentos de Issei por restaurarla. Las baldosas del suelo, antes agrietadas y desiguales, se habían arreglado con esmero.

Todas las pertenencias de Issei estaban ahora ordenadas en una habitación, creando una sensación acogedora en medio de la naturaleza. Un irori, una chimenea tradicional japonesa, daba calor y servía para cocinar. También era donde dormían, cerca del reconfortante parpadeo del fuego. Un jardín zen, meticulosamente rastrillado y cuidado, ofrecía un apacible escape. Cerca de allí, había una piedra de moler lista para usar.

Issei también había dedicado una habitación a un irori funcional, con una olla para cocinar. Los faroles de madera destruidos del interior habían sido sustituidos, y su suave luz proyectaba un cálido resplandor por las noches. En el exterior, los pequeños muros de piedra rotos eran una obra en construcción, pero dejaban entrever un límite protector.

Entre las herramientas de Issei, un hacha japonesa afilada y la piedra de afilar eran esenciales para sus tareas diarias. Tenía un humilde martillo de madera mal tallada que había visto días mejores, pero servía para su propósito.

Sus objetos personales, como el teléfono, un botiquín, una mochila escolar y un cargador solar, estaban ordenados en un rincón. Una linterna estaba lista para cualquier emergencia. La ropa para los días lectivos y no lectivos estaba cuidadosamente colgada o doblada.

Una pequeña estantería contenía una colección de doce libros que Issei atesoraba. Títulos como "Rodale's Basic Organic Gardening", "Beginners Guide to Carving" y "Ways to Create Wooden Tools" hablaban de sus diversos intereses.

Con el paso de los días, la confianza entre Issei y Kohana había ido creciendo poco a poco. A menudo se encontraban sentados alrededor del irori, compartiendo historias y pensamientos. Hoy, el cielo nublado proyectaba una luz tenue a través de las ventanas, creando una atmósfera serena.

Kohana, con sus nueve colas cuidadosamente dispuestas tras ella, miró a Issei con expresión curiosa. "Issei", empezó, con voz suave, "me he estado preguntando, ¿por qué vives solo en medio de este bosque?".

Issei se detuvo un momento, con el peso de su pasado pesando sobre él. Finalmente suspiró suavemente y decidió ser sincero. "Solía tener amigos, o al menos creía que lo eran", empezó, con la voz teñida de tristeza. "Pero no eran... la mejor influencia para mí. Acabé volviéndome como ellos, y eso decepcionó a mis padres. Fue como un lento descenso, una mala decisión llevando a otra".

Continuó, con la mirada distante mientras recordaba aquellos tiempos difíciles. "Un día, todo llegó a un punto crítico. Mis supuestos amigos estaban espiando a unas chicas y, cuando huyeron, no me dijeron por qué. Me dejaron atrás, me pillaron, y fue la gota que colmó el vaso para mis padres. Ya estaban hartos".

La voz de Issei se fue apagando a medida que admitía la dolorosa verdad. "Me abandonaron. Lo único que accedieron a hacer fue pagarme la beca, pero por lo demás estaba solo".

Kohana escuchó atentamente, con una expresión que mezclaba empatía y comprensión. Sabía apreciar la complejidad de las vueltas que da la vida.

Issei miró a Kohana y sus ojos se cruzaron con sus orbes dorados. "Sé que puede sonar extraño, pero prefiero estar solo aquí. Nadie más viene al bosque, y no tengo que preocuparme por extraños o gente que me juzgue. Es... tranquilo, a su manera".

El dragón guardiánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora