Sagrado Matrimonio

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Toda tú eres bella, amada mía;
no hay en ti defecto alguno.

Cantares 4:7

Aziraphale fue el primero en despertar, pero lejos de moverse o intentar levantarse, solo se quedó contemplando el relajado rostro de Crowley, quien parecía sereno, tranquilo, incluso sus labios estaban curvados en una ligera sonrisa.

Sin duda alguna el demonio era un ser hermoso, tan exquisito como la creación misma.

—¿Pasa algo, ángel?— la voz adormilada de Crowley le hizo sonreír.

—No, todo está bien. Deberías dormir un poco más, fue una noche complicada.

—Si por complicada te refieres a que ninguno de los dos habló durante toda la noche porque temían incomodar al otro y cuando por fin decidimos que era buen momento de hablar, el sueño nos venció, entonces si, fue difícil— Crowley abrió los ojos con pesadez, pero sin dejar esa sonrisa — Buenos días, ángel.

—Buenos días, querido.

—¿Podríamos quedarnos otro poco más acostados? — Aziraphale soltó una risita nerviosa cuando la mano de Crowley rozó su mejilla, subiendo hasta poder acariciar aquellos suaves rizos.

El ángel suspiró, sin poder quitarle la vista de encima al demonio que no dejaba de pasar sus dedos por la nariz y mentón del mas bajo.

—Creo que no hará daño — musitó dejando que sus dedos recorrieran desde el cuello hasta la mejilla de Crowley. Aziraphale no pudo hacer más que sonreír, por fin, después de tantos milenios, podía tener el privilegio de acariciar a su adorado demonio.

Sin darse cuenta, ambos comenzaron a acercarse un poco mas, dejando que sus piernas se enredaran, al igual que sus brazos alrededor del cuerpo del otro.

¿Así es cómo se sentía el paraíso? Crowley no lo sabía con certeza, pero tampoco es que le importara mucho, pues estaba seguro que ni siquiera estar en ese mítico lugar se compraba con abrazar a su ángel.

—Una moneda por un pensamiento tuyo — Aziraphale dejó que su nariz se embriagara con el hipnotizante aroma de Crowley, quien solo pudo reír nervioso al sentir tan cerca a su ángel.

—Pienso que eres hermoso, eso es todo.

Crowley no pudo evitar sonreír triunfante mientras besaba una y otra vez las mejillas sonrojadas de Aziraphale. Solo Dios sabía cuántas veces el demonio deseó hacer eso.

—¿Así se siente la felicidad, Crowley?

Antes de que el demonio pudiera responder, unos suaves pero firmes toques en la puerta les hicieron salir de su burbuja.

Crowley gruñó cuando sintió como Aziraphale salía de sus brazos, no le gustaba la sensación de vacío que ahora experimentaba. Su ángel debía regresar, solo estaba seguro con él a su lado.

—Mataré a quién quiera que nos haya interrumpido.

—No es necesario querido, lo solucionaremos en la noche de bodas.

Aquellas palabras enviaron un estremecimiento a la columna del demonio.

—¿Si? ¿A caso me haz preparado algo especial para ese día, ángel?

Aziraphale volvió a ponerse sonrojado y cientos de ideas para nada puras cruzaron la mente de Crowley, las posibilidades eran infinitas.

—Bien, pero espero que mi recompensa sea buena.

El ángel se mordió el labio tratando de mostrarse sereno—Lo será, lo prometo, querido— aseguró, pero ni bien se dió la vuelta, Crowley lo sujetó de la muñeca—¿Pasa algo?

Sagrado Matrimonio | Ineffable husbandsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora