X | Cambios.

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El regreso a Hogwarts fué de todo menos emotivo para Aurore, pero lo que no podía negar era la tranquilidad que le daba el saber que se alejaría de la mansión, pero, sobre todo, de su madre.

Para mayor fortuna de ella, Joyliett nunca los acompañaba a la estación de King's Cross, porque sus ocupaciones eran demasiadas como para perder tiempo con algo tan burdo como lo era el llevar a sus hijos al tren.

Ella recordaba que en su primer año, Dhaskáv había sido quien la había llevado, porque él ya asistía a sexto y se consideraba lo suficientemente mayor como para llevar a su hermanita él solo. Pero, si mal no recordaba, su hermano e había comentado que el elfo doméstico Sask lo había llevado a él en su primer año.

El tren escarlata partió en dirección hacia Hogsmeade, y Aurore se aventuró a mirar por los compartimientos para encontrar a sus dos amigas.

Tras buscar un poco, las consiguió en uno que se encontraba casi al final del tren. Alaska y Evadne estaban peleando, y no se detuvieron ni aunque ella entrara y las saludara de forma efusiva, dejando un beso en la mejilla de cada una.

Se sentó al otro lado de donde sus amigas estaban a punto de tomarse de los cabellos, y abrió uno de los libros muggles que Eva le había regalado para navidad, cortesía de los padres de la morena. Había extrañado aquello, el sonido de sus quejas y las variopintas amenazas de Alaska, así como los bufidos y los argumentos cargados de lógica de Evadne.

Las había extrañado.

—¿Cómo les fué en navidad? —preguntó Alaska, cuando llegó a un punto de inflexión con Evadne y decidieron dejar el altercado por el momento—. A mí bastante bien, mamá y yo nos fuimos a Francia y conocí a un francés adorable, aunque fuera una lástima que no le entendiera nada de lo que me decía. 

Eva bufó tomando un ejemplar de El Profeta antes de ojearlo apenas por encima. Hizo una mueca y dejó el periódico de lado, sin querer abrirlo.

—Yo me quedé en mi vecindario todo el tiempo —anunció la morena con pesadez—. Igual de aburrido que todos los años, incluyendo la cena de la familia de mi madre, donde mi tía no dejaba de decir que me veía peor cada día.

Alaska hizo una mueca.

—Dime que le diste su merecido, o que al menos la insultaste.

La chica se encogió de hombros jugueteando con una varita de regaliz.

—Sin querer exploté un frasco de mermelada y ella creyó que la casa estaba poseída por algún demonio —confesó sin poder contener la sonrisa—. Se mudó a las dos semanas de allí.

La rubia soltó una carcajada a la que luego se le unió la morena, Aurore las miró a ambas con una ceja en alto, pero luego las acompañó en sus risas.

—¿Qué tal tu navidad, Meissa? —preguntó Eva tras un rato.

Aurore se encogió de hombros, no había nada nuevo que contarles porque en la solitaria casa siempre había estado sola, quizá un poco acompañada con sus elfos domésticos de vez en cuando, pero si había visto cinco veces a su madre o hermano durante todo ese tiempo, exageraba.

—Todo igual de aburrido, como todos los años —respondió con tono amargo. Sus amigas compartieron una mirada—. Con la única diferencia de que mi madre hizo una fiesta para celebrar el compromiso de Cissy y Bellatrix con Lucius y Rodolphus.

—¿Quién es Rodolphus? —preguntó Evadne.

Ahora quienes compartieron una mirada fueron Alaska y Aurore, quienes no supieron cómo explicarle a Eva que se trataba de una familia de magos bastante sanguinaria, cuyas ideas hacia los sangre sucia como ella, no eran las más amables.

𝓡.𝓐.𝓑. ♡ 𝒜. .𝒟'𝒱. ⤑ 𝓡𝓮𝓰𝓾𝓵𝓾𝓼 𝓑𝓵𝓪𝓬𝓴 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora