XVI | Tormenta.

17 2 0
                                    

Capítulo corto.





Curiosamente, los días en la mansión Di' Vouvant pasaban sin mayor inconveniente.

A Aurore no le generaba en absoluto tranquilidad, porque la calma en su familia no era algo que se viera a diario, y mucho menos si ella estaba involucrada. Joyliett ni siquiera la solicitaba en las comidas diarias porque era Áddila, la elfina, quien le subía la comida a su habitación y le informaba que su madre estaba muy ocupada como para atenderla.

Y todo aquello le daba mala espina, aunque no negaba que le aliviaba mucho no tener que aguantar a su madre.

Aurore recorría los pasillos de su desolado hogar a diario, como si esperara encontrar algo interesante o que mínimo la alejara de su soledad, pero nada parecía ser suficiente como para distraerla de pensar en lo asfixiante que era el silencio de la enorme y vacía casa, donde estaba sola la mayor parte del tiempo.

No había mucho que pudiera hacer, así que el día se lo pasaba en la biblioteca, leyendo libros que en su vida pensó siquiera tocar.

Y estos estaban llenos de muchas cosas interesantes.

La guerra estaba casi en la puerta y aquello mantenía a todos en alerta, el número de muertes de sangres sucias, muggles  y cuqlquiera que se atreviera a desafiar o resistirse al Señor Tenebroso eran cada vez más altos y alarmantes. Los mortífagos crecían en número y el poder de Lord Voldemort había llegado a entrar hasta en el ministerio de magia, por lo que el estado de alarma se mantenía en todos lados.

La expectativa amenazaba con matarlos a todos antes de que el mismísimo Señor Tenebroso lo hiciera.

Aurore suspiró, lanzando el periódico hacia un lado. No le interesaba leer más nombres de fallecidos ni accidentes o cualquier noticia trágica que trajera El Profeta.

El enorme comedor, con paredes blancas y muebles de roble o vidrio con bordes dorados, estaba vacío y solo ella almorzaba allí por primera vez en el mes que ya llevaba en aquella casa.

Afuera llovía a cántaros, y las gotas golpeaban con violencia los ventanales, mientras que los rayos que caían seguido eran el único sonido que rompía el silencio.

Aurore se levantó de un brinco cuando su madre entró en el lugar con su porte altivo y su barbilla bien en alto, la silla en la que estaba sentada cayó al suelo de un golpe cuyo sonido lo ahogó un nuevo relámpago.

—Madre... —murmuró ella.

Joyliett la miró con su gesto impasible.

—Ve a tu habitación, Meissa —le ordenó con tono duro—. He dejado una túnica y una capa en tu cama. Cámbiate, saldremos a un lugar.

A Aurore se le hizo un nudoen la garganga y la sensación de que algo malo pasaría se instaló en su pecho cuando Joyliett le sonrió con indulgencia.

Mientras subía las escaleras trataba de mantener a raya el temblor de sus manos, pero fracasó estrepitosamente.

Se detuvo frente a su cama, donde la túnica y la capa negras la esperaban, y las comisuras de sus ojos picaron.

Se vistió en silencio, sabiendo que ya no había alternativa.

Antes de bajar dió varias vueltas, por su habitación, pensando como una loca las posibilidades que había. En un punto, miró el papel que estaba en su tocador, enrollado.

Lo tomó con desesperación y pensó que, por un segundo, podría usarlo en contra de su madre.

Pero luego de abrirlo, se dió cuenta de que no podría.

𝓡.𝓐.𝓑. ♡ 𝒜. .𝒟'𝒱. ⤑ 𝓡𝓮𝓰𝓾𝓵𝓾𝓼 𝓑𝓵𝓪𝓬𝓴 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora