Las delgadas cortinas de la habitación permitían que los tenues rayos solares diurnos se colasen a través de ellas. La cálida caricia fue percibida por el rostro del omega, lo que consiguió perturbar su descanso.
Goten arrugó el rostro ante la sensación molesta. Su primera reacción fue taparse hasta la cabeza con las sábanas para así poder seguir disfrutando de su relajante sueño.
Una vez dentro de su improvisado refugio, soltó un suspiro complacido. Allí dentro estaba calentito y muy cómodo. No recuerda haber sentido tanta comodidad al dormir desde...bueno...nunca.
Un momento.
¿Desde cuándo sus sábanas eran tan cálidas? ¿Desde cuando su cama era tan suave y...grande? Pero, sobre todo, ¿Desde cuando su cama tenía aroma a alfa?
Aquellas incógnitas provocaron que las alarmas en su interior se activasen, obligándole a abrir los ojos de golpe. Se incorporó con rapidez, quedando sentado sobre el colchón, cosa de la cual se arrepintió en seguida, puesto que una horrible sensación de vértigo provocó que su mundo comenzase a dar vueltas a su alrededor.
Un quejido escapó de sus labios al tiempo que cerraba los ojos y llevaba una de sus manos hacia su frente, tratando de disminuir aquella horrible sensación. Cuando pasó, se permitió abrir los ojos de nuevo, observando con detenimiento el lugar en el que se encontraba.
La luz matinal, suavemente filtrada por las cortinas de terciopelo azul oscuro, iluminaba la habitación, revelando todos sus detalles con un resplandor tenue. El techo alto otorgaba una sensación de amplitud y grandiosidad a la habitación. Frente a la cama, un amplio ventanal ofrecía vistas panorámicas de la ciudad que, así como él, despertaba lentamente. Las cortinas de terciopelo azul oscuro se balanceaban suavemente con la brisa matutina, creando un escenario digno de contemplación.
A ambos lados de la cama, mesitas de noche de ébano sostenían lámparas de diseño. El suelo de mármol pulido reflejaba la suave iluminación que emanaba de lámparas colgantes con cristales incrustados, creando hermosos destellos dorados en toda la estancia cuando los rayos del astro matinal los acariciaba. Las paredes estaban revestidas con paneles de madera oscura, acentuadas por molduras doradas que le añadían un toque de sofisticación.
El amplio espacio se dividía en zonas cuidadosamente diseñadas. Al lado de la ventana, había un elegante rincón de lectura ataviado de algunos sillones tapizados con terciopelo blanco, acompañados por una lámpara de pie. Finalmente, en una esquina casi oculta, había una pequeña área de trabajo con un escritorio de diseño contemporáneo.
Se quedó anonadado ante la sola imagen que tenía frente a él, preguntándose mil y un veces en su cabeza, cómo demonios había llegado hasta ese lugar.
Pero no había nada en sus recuerdos. Literalmente. La última cosa de la que tenía una imagen nítida y concreta era de él alistándose para ir a trabajar el día anterior. Esa vez debían servir en un evento importante: La entrega de un premio para la Corporación Cápsula en reconocimiento a su contribución a la medicina para cambiaformas. Recuerda haberse terminado de alistar para irse, pero, después de eso, nada. Sus memorias estaban completamente vacías.
El miedo comenzó a trepar por su espina. No sabía en qué clase de lugar estaba; mucho menos las decisiones que lo habían conducido hasta allí. Sus recuerdos perdidos tampoco eran de mucha ayuda. Miró a su costado y su corazón se detuvo por un instante: la cama estaba deshecha, indicando que alguien había estado allí antes.
Debía escapar de ese lugar de inmediato. Era la única cosa de la que estaba convencido.
Se quitó las sábanas de encima y bajó de la cama. La sensación de vértigo volvió y tuvo que sostenerse con fuerza del colchón al percibir su cuerpo sumamente débil. Se sentía enfermo, así como todos los días desde que su lazo se había roto, pero esta vez algo era diferente; algo que aún no lograba identificar con precisión.
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Dearly last days [Truten]
Fanfiction¿Hay alguna posible salvación para un omega con un lazo roto? La respuesta a esa pregunta es igual de simple como devastadora: No la hay. Y eso Goten lo sabe perfectamente. Por ello, se ha resignado a tener que vivir sus últimos días siendo consum...