El padre de Vegeta y Tarble nunca se había caracterizado por ser un hombre especialmente cariñoso o de muchas palabras. Al contrario, era un alfa de carácter tan frío como un témpano de hielo; estoico y admirable porte; capaz de intimidar a cualquiera que se le pusiese en frente solo con aquella profunda mirada color obsidiana.
Vegeta siempre lo vio cómo su modelo a seguir. Para él, su padre era un faro de sabiduría y fortaleza al que aspiraba emular con cada día que pasaba. Creía fielmente que su progenitor era todo lo que representaba ser un verdadero alfa. Y después de darse cuenta de lo parecidos que eran físicamente, solo sintió aún más ganas de imitar todo lo que era ese gran hombre. Después de todo, también anhelaba ser un alfa imponente y respetable cuando creciese.
Pero también sabía que de aquel alfa jamás recibiría el trato convencional de un padre para con su hijo. No estaba en su personalidad ser cálido o afectuoso como los padres que podía ver en las familias de sus compañeros de clases. Sin embargo, no podía decir que eso le molestaba, porque conocía bien a ese hombre. Sabía que, en los momentos compartidos en silencio y en las lecciones que le impartía con firmeza, pero con un destello de orgullo en los ojos, residía la verdadera esencia del cariño paternal que ese gran alfa podía ofrecerle.
Vegeta no lo sabía, pero su padre, a la vez, veía en él un reflejo de sus propias aspiraciones y sueños. Observaba con admiración el crecimiento de su hijo mayor, reconociendo en él, el potencial para alcanzar las alturas que él mismo solo había vislumbrado. Aunque no lo expresara abiertamente, su corazón henchía de orgullo al imaginar el futuro prometedor que le aguardaba a su vástago: su digno heredero.
Pero, para Tarble, su padre jamás fue todo eso que su hermano mayor veía. Nacer como el segundo hijo conllevaba, al mismo tiempo, estar siempre debajo de una enorme sombra de la cual nunca supo cómo escapar. Y todo se volvió un infierno terrenal cuando se dio cuenta de que jamás podría cumplir las expectativas que su progenitor tenía para él.
A diferencia de Vegeta, Tarble no era como su padre; en él había una chispa de sensibilidad y bondad que lo hacía desencajar por completo con el molde de alfa al que su padre se aferraba a encerrarlo.
Su carácter era más suave y dócil. Todo en él era cálido, brillante y pacífico. Cualidades que, a juicio de su progenitor, un alfa que perteneciese a su descendencia no podía ostentar con orgullo.
Las discrepancias entre ambos eran constantes, sus palabras eran ásperas, sus críticas implacables, y su desaprobación resonaba como un eco constante en la mente de un joven Tarble; lo que solo contribuyó a alimentar una brecha emocional que parecía crecer con cada enfrentamiento y la cual solo terminó fracturando la relación de ambos hasta un punto en el que parecía ya no haber vuelta atrás.
Pero Vegeta, contrario a su padre, se vio incapaz de darle la espalda a su propio hermano. Tarble seguía siendo el menor y él, como buen alfa que deseaba ser, era sumamente protector con los suyos. El instinto natural de cuidar a aquellos con los que compartían lazos era mucho más fuerte que cualquier regaño que podía recibir de su padre cuando, en sus palabras, "perdía su tiempo con ese alfa sumiso".
Así, en los momentos en los que Tarble más solo se sentía, su hermano mayor aparecía y se convertía en el refugio que necesitaba, ofreciéndole, a su silenciosa y estoica manera tan característica, un hombro en el que llorar y un oído dispuesto a escuchar. Aún si las palabras nunca fueron su fuerte, con lo poco que decía, siempre lograba levantarle el ánimo, le infundía confianza en sí mismo cuando las dudas y la inseguridad amenazaban con consumirlo por completo.
Por ello, a pesar de las tormentas que azotaban su familia, el vínculo entre ambos hermanos permaneció inquebrantable.
Y así se mantuvo hasta hace cinco años, cuando la horrible noticia del suicidio de su padre sacudió el mundo de Vegeta y lo dejó en un estado realmente vulnerable; porque, pese que se hubiesen distanciado cuando él comenzó a formar su propia familia con su esposa, seguía siendo su padre. Su alfa aulló de tristeza, en un cántico que buscaba rendir homenaje a la memoria de ese gran hombre. Aunque ya era un adulto, resintió con gran pena la ruptura del lazo paternal que alguna vez lo hubo unido a él. Pero, por alguna razón, la pesadez que de pronto se instaló en su pecho era extremadamente dolorosa como para ser normal; estimaba y respetaba mucho a su padre, pero jamás imaginó que su muerte provocaría tal reacción en él. Inclusive, camino hacia la residencia de su infancia, que era dónde vivía su padre para ese entonces, seguía sin poder creerlo.
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Dearly last days [Truten]
Fanfiction¿Hay alguna posible salvación para un omega con un lazo roto? La respuesta a esa pregunta es igual de simple como devastadora: No la hay. Y eso Goten lo sabe perfectamente. Por ello, se ha resignado a tener que vivir sus últimos días siendo consum...