Capítulo °XXXI°

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Elizabeth (capítulo especial)

Sabiendo que mis hijos se quedan para cuidar de mi nuera, decido enfrentar al personaje que protagonizó mis pesadillas durante cinco años.

Me voy sin anunciarlo aprovechando que los tres están dentro del consultorio del doctor que mis hijos mandaron a traer directamente desde Estados Unidos, se tomaron muy en serio las advertencias que el doctor de cabecera de la familia les sugirió.

Lo que no alcanzo a entender es de dónde mis hijos heredaron esa toxicidad que reflejan con Jenna, y lo sé porque escuché como mi hijo mayor amenazaba al médico de que no se atreviera a verla directamente a los ojos o a alguna otra parte de su cuerpo que no sea la rodilla.

El tonto olvido que debía revisarla completamente para asegurarse de que su rodilla sea la única lesión.

Convivieron más tiempo del que creí con su padre en la empresa, seguramente aprendieron esa clase de conducta inapropiada al presenciar algunas de las escenas de celos que su padre trataba de disimular frente a quienes nos rodearan.

Amaba infinitamente a mi esposo, y como mis sentimientos por él eran tan grandes no permití jamás que se excediese más de lo necesario o que utilizara mi sentir en mi contra. Tuve que colocar los puntos sobre las íes para que entendiese que yo no era un árbol al que debía orinar siempre que un hombre se acercara a saludarme, no perdonaría ridiculeces enfrente de nadie y menos si decidía hablarlo conmigo a solas.

Considero a Jenna como mi hija, y por tal motivo espero que sepa controlar arranques inmaduros como lo es el estar celoso de un simple doctor. No lo digo desprestigiando su profesionalidad, si no que su trabajo consiste en revisar a quienes se enferman, y si un novio celoso coloca límites insostenibles claramente retrasa su oficio.

Tengo la confianza en que la inteligente de mi nuera sabrá mantenerlos en línea, no se dejará manipular por ninguno de los dos y enfrentará sin demostrar ningún miedo a mi hijo mayor.

Supe desde el momento en que la vi que la maldad no cabía dentro de su corazón, y que el dinero que mis hijos poseen no era un incentivo para acercarse a ellos y obtener lo que muchas otras mujeres codician.

Las mujeres tenemos un sexto sentido que se activa en momentos donde no lo esperamos, es algo tan natural como respirar y no es uno de los talentos que podamos manipular a voluntad siempre que lo busquemos.

Ojalá esa mañana en la que mi esposo y mi hijo vivan rumbo al doctor le hubiera hecho caso a ese sexto sentido, desperté en la mañana muy alterada y con la impresión de que algo muy malo ocurriría, los latidos de mi corazón podía escucharlos directamente sobre mis oídos.

Fallé miserablemente al despedirme de ambos observando como el auto se alejaba de la propiedad, manteniendo mi mano en mi pecho y rogando porque aquel dolor no fuese algo más que producto de mi imaginación.

Lo último que supe de ellos fue a través de la televisión.

- Señora, localizamos al periodista ¿A dónde quiere que lo llevemos? - no pude proteger a mi esposo y a mi hijo, es una cruz con la que cargaré lo que me quedé de vida, pero todavía estoy a tiempo de proteger a los hijos que me quedan y a mi nueva nuera.

Mandé a secuestrar al periodista, y me encargué de planificarlo a detalle para que las sospechas no recayeran en mí.

- Lo quiero en el lugar del accidente - hay una deuda pendiente que debe pagarme, y cuando lo haga voy a exigirle las explicaciones que mi familia merece.

Miro el paisaje a medida que el automóvil avanza, estoy a punto de enfrentarme con aquella parte de mi pasado que todavía me marca. Pude haber tenido esta conversación hace muchos años, sin embargo pasar seis de ellos dentro de una institución mental lograron cerrar la valentía que antes expresaba con cada mirada.

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