fingir tu adiós

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en pedazos, llenar mi alma de desolación y hacerme perder la razón.

Fingir aquel adiós sería engañarme a mí mismo, creer que puedo seguir sin ti, cuando en realidad mi mundo se desmorona, mi felicidad se extingue y mi esperanza desaparece.

Fingir que mis ojos lloraron sería una falsa ilusión, un intento en vano de ocultar el dolor que me consume por dentro, de contener las lágrimas que ansían salir y expresar el vacío que siento sin ti.

Calmar mi angustia interna sería como pretender apagar un fuego con agua fría, una lucha imposible contra el torrente de emociones que me abruman, que me arrastran hacia la desesperación y me sumergen en la tristeza más profunda.

Volver a florecer como si nada sería negar mi propia naturaleza, negar que tú eras mi sol, mi fuente de inspiración, negar que cada latido de mi corazón te pertenece y que sin ti mi existencia carece de sentido.

Fingido adiós porque me dolería la idea de que esto se acabaría, porque lo único que deseo es poder abrazarte una vez más, perderme en tus ojos y olvidar por un instante todo el sufrimiento que me ha dejado tu ausencia.

Infringir tú a Dios hoy en día es como fingir mi muerte, en un abismo sin sentido ninguno, en un acto de rebeldía contra el destino que nos separa, contra las circunstancias que nos impiden estar juntos y que nos condenan a vivir eternamente separados.

Fingir tú adiós fue una bala a mi pecho, una herida que no cicatriza, un tormento constante que me persigue día y noche, que me recuerda una y otra vez la inevitabilidad de nuestra separación.

Partir el corazón al fingir tú adiós es sumirme en un dolor insoportable, es perder la fe en el amor, en la felicidad, es enfrentarme a la cruda realidad de que te perdí y que nunca más volveré a tenerte a mi lado.

Pero a pesar de todo esto, he decidido no fingir aquel adiós, no ocultar mi sufrimiento, no negar la tristeza que me invade, porque sé que solo así podré sanar, podré reconstruir mi vida, podré aprender a vivir sin ti, aunque la herida siempre estará allí, recordándome lo mucho que te amé y lo mucho que te extraño.

alas de una escritoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora