alas de una escritora

Amor sin nombre

Yo me aferré a la idea,
a esa imagen que vivía en mi mente y en mi corazón,
una fantasía tejida con hilos de esperanza,
con manos temblorosas que solo querían sostenerte.
Entregué demasiado, amé demasiado,
porque sentía que te alejabas,
porque cada paso tuyo era un eco que me hería,
una promesa rota antes de ser hecha.

Sentía este miedo,
un miedo voraz que me devoraba,
de que un día tú te irías,
de que tus pasos me dejarían sola
en un abismo que tú mismo cavaste.
Y por eso quise mostrarte todo,
todo el amor que nunca te han dado,
un amor que nacía de lo más profundo de mi ser,
como un río que jamás se seca,
como una llama que no sabe apagarse.

Pero tú, como cobarde, huiste.
Huiste de mi amor,
le pusiste un puñal de espinas a mi corazón,
sabiendo que latía solo por ti,
sabiendo que te había dado todo,
alma y uña, sin reservas ni condiciones.
Fuiste cruel,
y con más razón, porque conocías mi entrega,
porque sabías que te quería incluso en tu sombra,
incluso en tu silencio.

Por no tratar de cambiar,
por no aceptar lo que éramos,
dejaste que el miedo te dictara,
ese miedo absurdo de que el mundo supiera
que andabas conmigo.
Y me ocultaste,
como si fuera un crimen amarte,
como si fuera una porquería
que no merecía la luz del día.
Me escondiste tras tus paredes,
me negaste ante tus ojos,
como si nunca hubiera valido nada.

Fui una tonta, lo sé.
Fui esa tonta que creyó en tus promesas calladas,
que soñó con un futuro que nunca construiste.
Pero, ¿sabes? Esta tonta te entregó todo,
te entregó alma, uña y corazón,
te dio un amor que jamás volverás a ver en tu vida.
Porque mi amor fue puro,
fue real,
fue un regalo que tú decidiste romper,
un tesoro que enterraste en el lodo de tus miedos.

Ahora cargo mis cicatrices,
cada una como un recordatorio
de lo que fui capaz de dar,
de lo que tú fuiste incapaz de recibir.
Y aunque duele,
aunque la herida aún sangra en noches de silencio,
sé que este amor,
mi amor,
fue un amor que pocos conocen,
un amor que tú,
por cobarde,
nunca mereciste.

Me aferré a la idea,
pero ahora la dejo ir.
No soy la tonta que pensaste,
soy la mujer que amó,
que dio todo,
y que ahora aprende a amar su propia existencia.