El sudor gotea de nuestra piel sobrecalentada, los movimientos entre nosotros son como una danza: hábiles, fluidos, poderosos. Cada embiste encuentra agarre, creando un juego de resistencia, fuerza y dominio. En sincronía, la pesada respiración hace eco a través de la habitación.
Necesito esta liberación, esta salida. Perdimos a un oficial hoy; muerto en cumplimiento del deber. Mi cabeza se aclara con cada latido de mi corazón acelerado. Solo somos nosotros dos. Yo doy, él toma. Embisto, empujando mi cuerpo hacia adelante con golpes poderosos.
—Eso es bueno —me dice—. Dame más.
Le doy más, bam, bam, bam. Vacila, sus pies se tambalean hacia atrás.
Dejo caer mis manos, tragando un poco de aire. Los moretones florecen en la mejilla de mi compañero, justo como sé que lo harán en mi mandíbula. Los rounds cortos se han convertido en una especie de tradición para nosotros. Siempre que el trabajo se pone feo, venimos al gimnasio a golpearnos como la mierda hasta sangrar lo feo.
—¿Has terminado? —Me quito los guantes y le doy unas palmaditas en la espalda.
Él responde limpiándose el labio y asintiendo.
—¿Unos tragos? —pregunto, esperando que diga que no. Quiero encontrarme un buen culo en el que hundirme.
—No, Yong está cocinando. Puedes venir a cenar.
—Paso. Ya he probado la comida de tu esposa antes. Y me pasé dos días casado con el baño.
—Le diré que dijiste eso. —Se ríe.
Me ducho y me cambio, mirándome en el espejo en busca de cortes, sellando uno en mi ceja con un poco de cinta antes de salir.
El bar está animado. Los viernes por la noche siempre está lleno. Me gusta el ruido que inunda mi cabeza.
Llamo al camarero y pido un par de chupitos y una cerveza, comprobando mi teléfono mientras espero. Le envío un mensaje de texto a Said y a su hermano, Minki, para preguntarles si vienen esta noche. Este lugar es propiedad de la chica de Said, y a ella le gusta hacer apariciones para mantener a la multitud amontonada. Sofina es un nombre famoso estos días, después que Said, mi mejor amigo y propietario del sello discográfico, lanzara su carrera.
Recibo respuestas rápidas de ambos. Said está trabajando, y Minki envía una foto del interior de Hush, un club de sexo que posee nuestro amigo.
Minki: Tengo planes ;)
—¿Por qué estás sonriendo? —canturrea una voz masculina, y el dueño de dicha voz se acerca sigilosamente a mí, inclinando su cerveza hacia mi teléfono.
Lo reconozco de por aquí. Me ha mirado en más de una ocasión, pero nunca se atrevió a acercarse a mí. Normalmente me gusta cazar, pero esta noche, solo quiero follar y dormir, así que bebo los chupitos que deja el barman y levanto mi barbilla hacia él.
—Sonreía ante los pensamientos que me pasaban por la cabeza sobre las formas en que podría destruirte —desafío, y una sonrisa juega en mis labios.
Traga saliva, y sus ojos nunca se apartan de los míos. Es alto y tiene un cuerpo robusto con músculos tonificados. Rasgos suaves, una cara dulce y atractiva con cabello castaño desgreñado, del tipo surfista. Si tuviera que adivinar, diría que está a principios de los veinte. Me gustan jóvenes.
—¿Eso es una promesa o un desafío? —pregunta, lamiendo sus labios.
—Era una advertencia. —Sonrío—. Recoge tu abrigo.
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Hemos estado en mi casa durante cinco putos minutos, y él ya me está irritando por tratar de ser el activo desde su maldita posición pasiva.
—¿Quieres chuparme la polla? —pregunta, frotando su mano por el bulto en su jean.
Entrecierro los ojos.
—¿Te has ganado que mis labios estén en tu polla? Quítate la puta ropa —digo con voz ronca.
Está a punto de dejar caer su jean cuando una música suena de su bolsillo. Una jodida música familiar. Gimo.
—Por favor, dime que ese no es tu tono de llamada —gruño.
Él se mete un mechón de cabello detrás de su oreja, luciendo avergonzado, y sus mejillas se enrojecen.
—Berlín Scandal. Como me encantan. ¿Los conoces? Su mierda es bastante pegadiza. —Sonríe, metiendo la mano en el bolsillo para sacar su teléfono.
Maldita sea si los conozco bien. Su cantante principal acecha mis pensamientos, persiguiendo mis malditos sueños. YoonGi Min, una pequeña mierda con una gran boca que necesita una mano firme que lo domine.
El chico frente a mí toca la pantalla, y luego la última canción de Berlín Scandal comienza de nuevo. La voz ronca de YoonGi tararea desde el dispositivo, calentando el aire y haciendo crecer mi polla.
—Tengo su álbum en Spotify —me dice, agitando su teléfono—. Me gusta follar con música, pero puedo apagarla si así lo deseas.
Girando mis hombros, dejo caer mi jean y me quito la camiseta. Mis venas bombean toda la sangre de mi cuerpo a mi polla.
—No, déjala encendida e inclínate.