Frotándose el cuello con ansiedad, YoonGi se pasea por el suelo de mi salón. Después de recibir un firme asentimiento de Jimin de que estaba bien dejarlo, traje a YoonGi de vuelta a mi casa. El viaje fue tortuoso como el infierno, mi polla lista para explotar pero después de que YoonGi revisara su teléfono por decimoquinta vez desde que entró el condominio, todo ese calor se ha vuelto jodidamente helado.
—¿Todo bien? —pregunto con el ceño fruncido, quitándome la chaqueta y aflojando los botones de mi camisa.
Han pasado un par de semanas desde la última vez que hablamos. Intenté enviarle mensajes de texto, pero no obtuve respuesta. Claramente necesitaba espacio. Por mucho que me matara, no lo perseguí. No persigo a la gente. Sabía que vendría a mí cuando estuviera listo, y resultó ser mucho antes de lo esperado.
—Somos tendencia —dice, sacudiendo la cabeza—. La gente me tomó fotos besándote.
Mi mandíbula se aprieta.
—¿Y?
—Y mis fans se están volviendo locos.
—¿Locos mal? —pregunto, dándole la espalda para recoger una botella de licor del gabinete. Detengo mis movimientos cuando unos brazos cálidos me rodean por detrás.
—Locos bien. Les encantan las nuevas canciones y están usando hashtags como #YoonGiEstáEnamorado.
Mi corazón golpea en mi pecho.
—¿Y es verdad? —Mi tono es brusco cuando me giro y agarro su rostro, lanzando sus ojos hacia los míos—. ¿Estás enamorado, muchacho?
—Me prometí después de Levi que nunca mentiría si me hicieran esa pregunta.
—Entonces no mientas —le sugiero.
—Hasta las trancas —gruñe.
—Hasta las trancas —repito, chocando mis labios con los suyos y haciéndolo retroceder por la habitación hasta mi dormitorio. Alejándome de sus labios, muerdo y provoco la piel de su cuello. Le rompo la camisa por la mitad, descartando el material en el suelo.
—Quiero saber cómo se siente. —Jadea.
—¿Cómo se siente qué? —gruño, abriendo su jean y empujándolo hacia atrás en la cama.
—Cómo se siente tenerte por completo.
—Dime exactamente lo que quieres, muchacho —exijo, arrancándome la ropa y tirando de su jean.
—Quiero que me folles.
Esas malditas palabras mágicas son como música para mis oídos. Le muestro una sonrisa malvada. Abriendo el cajón de la mesilla de noche, saco una botella de lubricante.
—Eres un buen chico, pero voy a follarte como si fueras uno malo.
Su respiración se eleva y su polla se tensa, y un líquido cremoso cubre la punta. Cubro mi polla con lubricante, dándole a la longitud un par de caricias largas y firmes. Agarrando el tobillo de YoonGi, levanto su pierna por encima de mi hombro y me inclino para tomar su boca con la mía, tomándome mi tiempo en tener un duelo con su lengua. Sus manos exploran los planos de mi cuerpo mientras empuño su polla, moviéndome hacia sus bolas y luego acaricio con un dedo el pliegue de su culo. Pruebo su agujero con un empuje, y él me acepta con avidez. Lo estiro, preparando los músculos para mi polla dura y gruesa. Sentándome hacia atrás, tomo sus tobillos en mis manos y separo sus piernas.
—Acaricia esa hermosa polla para mí —le digo.
Sus dedos largos se enroscan alrededor de su contorno, masajeando. Alineo mi polla con su agujero e inclino mis caderas hacia adelante, abusando de los anillos de músculos que hay allí.