¿Cómo que Hilo Rojo?

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POV Luz

Si en la mañana de ayer alguien me hubiese contado lo que acababa de vivir probablemente pensaría que estaría loco, que cómo habiendo despertado en sus cama esa misma mañana iba a confesarme que su propósito para esa noche era intentar olvidarse de mí con cualquiera. Muy a mi pesar ésta era la realidad, estaba en mi coche de copiloto llorando a mares rezando por llegar lo antes posible a casa.

Me sentía como una mierda, mientras que yo me había armado de valor para contestarle y confesar lo que me pasaba con ella, Ainhoa había estado planteándose todo lo contrario, rehuir de la verdad.

Una verdad que de no ser por lo que pasó esta madrugada ninguna hubiese confesado. Una verdad que nos arrastraba a un nuevo punto de partida, el miedo y la decepción. Suponía que el conocer a otra persona conlleva momentos de felicidad porque sientes afinidad, te entiendes con esa persona, momentos de sorpresa, de incertidumbre, esas ganas de saber más...y por último la decepción al empezar a ser consciente de que es una persona al igual que tú y que tiene sus fallos y tropiezos, cosas que no nos gustan tanto, es la fase de los desencantos.

Ainhoa era una persona cuidadosa y respetuosa, seria y rigurosa cuando era preciso, relajada e incluso graciosa si se sentía cómoda. Era la primera en ofrecerse a todo, la primera en preguntar si hacía falta algo, la primera en ayudar a mantener el equipo y el buen rollo. Cuidaba de sus hermanos como si le fuese la vida en ello, le había visto cuidar el otro día de Lucas cuando tuvo unas décimas de fiebre, no se separó de su lado. Cuando creía que no la veía se sentaba con Mar en los columpios, el otro día estuvieron dos horas hablando, increíblemente Mar ya no estaba tan irascible. Cuidó de mí antes de ayer. De hecho cuida de mí todos los días, me doy cuenta cuando me descuido del café que meto en el microondas y lo apaga cuando llega al punto que me gusta a mí, cuando en los turnos de comidas a algún peque se le caen los cubiertos y me agacho a recogerlos y cubre los picos de la mesa para que no me haga daño si me doy, me cuida cuando en las reuniones estoy en desacuerdo con algo y antes de saltar me agarra las manos y me recuerda que respire, me cuida siempre.

Ainhoa también tenía sus menos, tanta perfección hacía que a veces se enfadase consigo misma y no se permitiese disfrutar de los pequeños momentos, tenía fantasmas, lo sabía, crecer toda tu vida cuidada por una niñera viendo a tus padres una vez cada cuatro meses no debe de ser fácil, no debe ser fácil crecer sin amor, por eso se esforzaba tanto en cuidar a los demás, porque a ella nunca la cuidaron ni la quisieron bien. Lo que no podía llegar a entender, lo que de verdad me dolía, era porqué tenía miedo, porqué quería huir de esos sentimientos tan bonitos. ¿Por qué ahora? ¿Por qué después de tanto dolor no podía permitirse un poco de cariño? ¿Por qué conmigo?

Me dolía, ella y su confesión. La verdad era que ahora mismo podría gritar que parase el coche para besarla de una vez, de hecho me ví tentada varias veces, pero la verdad también era que necesitaba comprenderla para poder deshacerme de este nubarrón de pensamientos intrusivos que ahora mismo atacaban mi consciencia.

Llegamos pasando por el camino de gravilla en absoluto silencio, cada una cogió sus cosas y una vez cerrado el coche Ainhoa me tendió las llaves de este, eran las seis de la mañana, por suerte no había nadie despierto y pude ir al dormitorio, digo pude porque Ainhoa nada más entrar en casa fue directa al sofá.

Yo no me atreví a empezar otra conversación.

POV Ainhoa

—A ver, hoy me toca cocinar a mí la lasaña, Eric necesito que traigas carne picada del mercado

—Por supuesto mi Lady

—Prepararos para morir intoxicados -anuncié.

—Ainhoa, que no cocino tan mal -protestó Luz.

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