Sobre la plaga de moscas en el convento.

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El sueño pacífico se había convertido en una pesadilla, sentía las pequeñas patitas en su piel aunque ya no estuvieran caminando por su brazo, se rasco con fuerza hasta casi sangrarse, prefería eso a seguir sintiendo la sensación de las patas en él lo enloquecía, despertó con un grito ahogado en la garganta.

Ba'al Zebûl, Beelzebub, Belcebu le perseguía en sueños a pesar de los muchos años que habían transcurrido, parecía que aún seguía de pie, frente a él, con su elegante traje y sin moverse.

Se levantó algo adormecido aún y llegó a la silla de su sencillo escritorio, se dejó caer en esta, atrajo una libreta de cuero viejo y movió rápidamente las hojas hasta llegar a las del día que fue convocado por la santa iglesia, en un convento alejado donde habitaban 50 monjas de distintas edades y cargos, se habían cometidos pecados de carne y más que un convento de la santa iglesia católica y apostólica, parecía un lugar de satanás.

En ese momento el contaba con apenas 28 años de edad, pero ya era un exorcista de grandes conocimientos que había vencido a distintos demonios y los había regresado al mismo infierno, así que creyó que cualquier cosa que estuviera pasando en ese lugar, era un asunto fácil, quizá un demonio menor.

Fue un 10 de diciembre cuando salió del monasterio aún no había atisbo del amanecer, iba solo con un cambio de hábito y todo lo necesario para su labor, aunque él hubiese preferido ir solo, le mandaron llevar a un pequeño niño que había ingresado un mes antes; era necesario que cada miembro de la congregación estuviera lo suficiente empapado con todo lo malo que ocurría en el mundo, así no habría vacilaciones en el trabajo que estaban destinados a hacer.

Así que ambos partieron hacia el convento, cargando un poco de pan con queso y agua; primero caminaron, luego fueron en algunos carruajes de viajeros lo suficiente compasivos, hasta que tras un par de días llegaron al pueblo cercano al convento. Cuando los habitantes escuchaban las respuestas de la razón de su visita a tan lejano lugar, no podían más que asombrarse y suplicarles que no fueran a tal lugar, segun los rumores que corrían por el lugar, era el mismo Satanás en persona quien había llegado a ese lugar, ahora todas las mujeres desde la madre superiora hasta las novicias estaban condenadas.

El experimentado hombre intentaba calmar sus angustias, estaba ahi con motivo de salvar y volver a su antigua santidad aquel lugar, aún así varios intentaron evadirlo de su misión, tan espantados estaban todos ahi que nadie quizo acercarles en carruaje, tuvieron que adentrarse caminando entre el bosque, no hubo problema, eran jovenes y no era tan lejano. Visto de lejos era un convento pacífico alejado de la sociedad y sus pecados.

Era un lugar sencillo su estructura simple y algo derroida era la muestra de la pobreza en la que prometieron vivir, algunas esculturas imponentes se alzaban a la entrada de Jesús crucificado y Maria rezando, pero el jardín lucia casi muerto, nunca había visto a plantas tan muertas a pesar del frío, era evidente el descuido.

Se adentro junto a su acompañante (el pequeño atemorizado por las historias de los pobladores), llamaron a la puerta sin respuesta alguna de sus habitantes, el hombre empujó la puerta y pidió al niño ir tras él sin alejarse o curiosar donde no debía. Lo primero que los recibió fue un aroma enviciado a alcohol y sudor, el exorcista no había estado con mujer alguna, pero conocía bien el aroma que desprendía tal acto y a eso olía.

En el primer salón se encontraban unas mujeres jóvenes, tiradas en el suelo, en interiores y de las que se sabía seguían con vida por el movimiento suave de sus vientres. Fue así en varios de los lugares que entraron, todas estaban en sueño profundo, ninguna vestía los hábitos y solo la edad que aparentaban, permitia adivinar un poco si eran novicias o monjas de derecho. El niño se aferraba al hombre y este lo permitia.

– ¡Un exorcista! creí que no tomaban un convento caído como algo importante, han pasado meses desde que me instale aquí - La voz se escuchaba en todo el lugar, así que por más que volteara no podía encontrar al hombre a quien pertenecía- lamento tu viaje hasta aquí, pero no servirá de nada, es mejor que vuelvas a tu monasterio y no quedes aquí como un mártir al que pronto olvidarán.

– No temo de ti demonio, tu has de ser quien tema de mi, ya que dios esta conmigo, ¿quién podría temer de una entidad que se aprovecha de mujeres indefensas? -saco el crucifijo que el mismo papa le había bendecido y lo alzó como quien amenaza con una arma, el pequeño le imito con un pequeño crucifijo del que se decía era de su madre muerta  ya hace tiempo-

–¿Estas seguro que me he aprovechado de ellas? A mi parecer las he liberado del triste yugo al que las tenían sometidas, ahora saben la verdad del mundo y no les gusta -se escucho una suave risa y el sonido de algunas moscas, no se veía ninguna, pero se escuchaban; era al mismo principe a quien se enfrentaba, ahora lo sabia, Beelzebub, luego pasos de varios lugares, el hombre sintió la mano del infante aferrándose a la suya- vete de aquí antes de que sea muy tarde, tus servicios no son requeridos.

– No maldita criatura del averno, vete de aquí tu o enfrentarás la furia de nuestro señor Dios -solto al pequeño y saco un frasco de agua bendita-

Estaba por comenzar una oración para alejar a aquel ser cuando le vio, era alguien pequeño y menudo, sus ropajes negros cubrían su cuerpo, el cabello estaba arreglado hacia atrás, podría no parecer una amenaza, pero había algo en todo aquel personaje que imponía temor, sin querer comenzó a temblar.

– Ciervo de Dios, aléjate de esta tierra que ya no es santa - El príncipe del infierno camino un poco más, pero era una ilusión quien realmente se acercó a aquel hombre fueron las mujeres que emitían el sonido de las moscas, le rodeaban a él y al niño como si ellas fueran títeres que desde la lejanía movía aquel demonio- Ya no les puedes salvar, condenadas están y mías serán por siempre.

Comenzó a sentir comezón por todo el cuerpo, muchas moscas se le habían parado en los brazos y pecho sin saber cuando llegaron ahí y a pesar de los hábitos les sentía como si le caminarán por la piel desnuda, la comezón le hizo soltar el agua que se evaporó como si el suelo ardiera; se asusto por aquel niño, quizá las moscas habían invadido su cuerpo tan pequeño, quiso ver al chiquillo pero en su lugar se encontró con un hombre alto y con los ojos violeta, se aterro aún más y trastabillo al intentar alejarse, empezó a sentir las patas de cientos de moscas sobre él y por más que intentaba alejarse de éstas, sus esfuerzos eran en vano.

Intento correr, pero no pudo, cayó y ahora tenía encima a las mujeres que le tomaban con una fuerza que le impresionó y atemoriza, intento gritar pero no pudo, moscas le entraron a la boca, lucho tanto como pudo. Estaban pasando demasiadas cosas para asimilar todas, moscas, mujeres, la ausencia del niño, el demonio que se encontraba de pie ajeno a todo lo que sufría y después la imagen del hombre de ojos violeta intercambiando palabras con el enviado de satanás ¿era acaso otro demonio? Pero de ser así, cómo logró estar en el monasterio tanto tiempo, vio al hombre de ojos extraños sacar algo, pero en el momento fue lo último.

Se desmayo y recupero la conciencia cuando la lluvia le golpeó el rostro, el convento estába envuelto en llamas, vio algunas de la mujeres correr hacia el bosque y cuando perdía de nuevo la conciencia escucho una voz masculina hablarle.

– Dios te bendecirá por todo tu trabajo aquí, bendito seas por siempre.

Pero ahora años después sabía que dios no estaba de su lado, fue tan traumatico todo eso que solo ver una mosca lo aterraba y comenzaba a gritar, se encontraba por tal siempre encerrado en la celda de su monasterio sin hablar pues sentia que las moscas le entrarian en la boca, solo rogaba en su mente que su vida acabará pronto, sentía como la piel le picaba, era Belcebu que disfrutaba atormentandolo.

Aquella noche se arrastro de nuevo a la cama y cayó en esta vencido por el dolor y la angustia, un sobresalto le invadió al ver al hombre de ojos violeta al pie de su cama y no supo más.

Sus hermanos de congregación encontraron el cuerpo a la mañana siguiente, el hombre había muerto con una sonrisa, ellos pensaron que de felicidad por el encuentro con su creador, la sonrisa fue por la felicidad de no pensar más en el príncipe del infierno.

Fue así como su diario se dio a conocer entre todos los hombres de la congregación y del mismo papa, fue publicado y llegó al mismo principe del infierno que disfruto mucho la lectura de aquel hombre al que enloqueció.

Lo que nunca supo el exorcista es que fue parte toda su vida de una apuesta entre el bien y el mal, como muy a menudo les gusta hacer.

Presagios Históricos (Fictober 2023)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora