Una orquesta en miniatura.

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La música siempre ha acompañado a la humanidad, desde los ritos hasta como un simple placer.

El demonio Crowley había escuchando desde la música celestial hasta la que creaban los humanos, estuvo al lado de muchos compositores mientras componían grandes canciones para deleitar reinos y pueblos.

Nunca se estanco en alguna época musical en particular, siempre evolucionó al igual que lo hacía con la ropa, pero a diferencia de él Aziraphael se quedaba con cosas del pasado, se abrazaba a nimiedades que le gustaban y no podías separarle de éstas.

Un gran placer para el ángel, era entrar en los palacios y escuchar al lado de los reyes la música que algunos compositores ansiosos estaban dispuestos a exhibir en aquellos grandes palacios (buscando el favor del rey o de la reina), aunque a veces podías verlo a lo lejos de una muchedumbre de algún pueblo, escuchando una rústica banda.

En algunas ocasiones Crowley estaba ahí a su lado, otras tantas lo hacía a la lejanía para no meterse en problemas con el lado al que se supone pertenecía; muchas veces tras que la música terminaba y Aziraphael se disponía a irse caminando, el demonio intentaba llevarlo en algún carruaje lujoso, pero el ángel se negaba, que dirían arriba de enterarse que compartían un viaje con el enemigo (aunque compartían más que eso y él fingía que no era tan grave).

Había algo en eso que no le gustaba del todo a Crowley, además con los trabajos absurdos que le imponían en el infierno, se ausentaba durante largas temporadas, sumando que el ángel seguido se movía, no le veía tanto como le gustaria; claro porque era el único que realmente podría entenderle, era por eso y que Aziraphael seguido se metía en problemas verdaderamente peligrosos.

Una madrugada tras una fiesta palaciega paso cercano a un estudio, donde un hombre trabajaba arduamente en hacer una caja que guardaría la música, sin pensarlo mucho Crowley se metió en aquel asunto, dándole una idea y otra al hombre que tras meses tuvo una jukebox donde varias personas conectadas escuchaban la misma cancion; el hombre no quería cobrar aquello, para él era ub trabajo que se debia compartir, pero por consejo de su amigo que realmente no lo era, comenzó a cobrar una pequeña cantidad.

Cuando este descubrimiento salió a la luz, el primero en enterarse fue Azirphael, un volante que anunciaba su exhibición en la gran feria mundial fue cuidadosamente dejado en la puerta de su librería.

El ángel quedó asombrado de que el ingenio humano fuera capaz de lograr algo como eso, aquella maravilla le permitia estar en lugares más tranquilos para escuchar cualquier canción que se hubiera grabado hasta el momento, si hacía el milagro correcto, lograba estar a solas escuchando la música, muy en ocasiones acompañado de su amigo Crowley.

Pronto aquel ingenio se convirtió en algo más grande, una  jukebox o mejoe xonocida ya como rocala con cientos de pequeños discos, hasta que después se convirtió en aparatos más pequeños y después ya ni siquiera era necesario que hubiera un solo aparato dedicado a la música.

Y aunque Crowley sentía un poco el ego herido de que Aziraphael tuviera un tocadiscos en lugar de una Jukebox, aun así le gustaba saber que su ayuda fue valiosa para que Aziraphael dejara lugares tan concurridos.

Aunque al pensar en ese aparato tan antiguo, el ángel más bien pensaba en el discreto club masculino al que asistía y donde aprendió a bailar, muy poco o nada pensaba en su buen amigo Crowley.

Eso lastimaria más el orgullo del demonio, pero esto él jamás lo supo.

Presagios Históricos (Fictober 2023)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora