Todavía puedo recordar con exactitud, mi primera experiencia con lo paranormal.
Era finales de octubre cuando mi padre y yo llegamos a la Ciudad Voidod. Era mi primera vez ahí. Sin conocer ningún lugar, ninguna persona y ninguna costumbre sobre los humanos. Todo era extraño y nuevo para mí.
Esto, no obstante, no podía decir lo mismo de mi papá. Para él, volver a esa ciudad fue llenarse de recuerdos que lo pusieron nostálgico y feliz. Lo sabía. Se podía notar en su rostro. En ese pequeño destello en sus ojos que volví a ver desde que mamá murió.
Lo primero que hicimos al salir de la estación de trenes fue tomar un taxi, el cual nos dejó en los suburbios. En frente de una pequeña casa de dos pisos, cuyas paredes tenían la pintura blanca desgastada.
Mi papá miró con detenimiento esa residencia que parecía estar muy vieja y un poco descuidada. Apretó mi mano con fuerza y después de tomar cinco bocanadas de aire, nos acercamos a ella y sin más, tocó el timbre dos veces. No tardó en abrir una mujer en sus cincuenta, delgada y de baja estatura. Su cabello estaba totalmente blanco, pero el color miel de sus ojos, las cejas y la nariz se parecían a los de mi papá. Ella era la hermana mayor de mi padre: Susan.
Cuando ella me vio y luego a él, su rostro mostró primero sorpresa, después recelo y al final molestia. No parecía muy complacida de volver a ver a mi papá ni tener la intención de entablar una conversación con él. Sin embargo, mi papá le suplicó que sólo le diera cinco minutos para hablar con ella. Ella siguió negándose, pero de repente mi estómago rugió. "Papá, tengo mucha hambre", pronuncié al alzar mi mirada.
Enterarse que era su hijo, la impresionó mucho porque no pensaba que a la edad que ya tenía mi padre, tuviera uno tan pequeño. Suspiró y nos dejó pasar. Me preparó un sándwich de jamón y queso; y me sirvió un vaso con jugo de guayaba. Amablemente me permitió comer en la sala, sentado en el pequeño sillón mientras veía televisión. Un invento de los humanos que jamás había visto hasta ese momento.
Admirado por observar imágenes y dibujos que se movían dentro de una gigante caja negra, apenas si me percaté que mi tía y mi papá salieron al jardín trasero de la casa a dialogar. Di un mordisco a mi sándwich sin dejar de ver la televisión. Estaba hipnotizado con los colores, los sonidos y la trama de dicho programa animado para niños.
De repente, escuché ruidos provenientes de la habitación que estaba arriba de la sala. Al parecer alguien estaba moviendo muebles u objetos de un lugar a otro. Pensando que alguien más vivía en la casa además de mi tía, no le tomé importancia y mi atención volvió a la pantalla. No obstante, empecé a sentir extraño el ambiente. Pesado, difícil de respirar con normalidad y con cada minuto que pasaba, me provocaba dolor en la cabeza.
Aun así, me enfoqué en el programa. Los minutos pasaron y mi papá seguía hablando con mi tía. Yo ya había terminado de comer y ya me había acostumbrado a esos ruidos de arriba, los cuales nunca cesaron desde que los empecé a escuchar. Fue entonces que se oyó claramente cómo movían la cama para despegarla de la pared y luego, cómo un objeto de cristal se caía al suelo y se rompía.
Escuché la risita de un niño.
Lo último tal vez fue lo que captó mi intención e interés para levantarme del sillón y subir lentamente las escaleras hasta el segundo piso. Al estar arriba, todo estaba en absoluto silencio, tanto que si una aguja se hubiera caído, claramente se hubiera podido escuchar. Algo extraño sin duda pues esperaba que el ruido fuera más fuerte de lo que se oía desde la sala.
Con cautela me dirigí a la habitación donde creí que había provenido todo ese ruido. Toqué el pomo y ocasioné el rechinar de la puerta al abrirla. Fruncí el ceño, extrañado. No había nadie adentro. Entonces me percaté que ningún mueble u objeto de esa habitación había sido movido de su lugar por años. Pues todo estaba lleno de polvo y telarañas. Pero no sólo eso, tampoco había restos de aquello que escuché caerse en el suelo.
Me sentía tan confundido en ese momento, pues estaba seguro que había alguien en esa habitación. Pero no era así, sólo estaba un absoluto y asfixiante silencio que me provocó escalofríos.
Con cierto temor bajé las escaleras un poco rápido, esperando algún otro ruido proveniente de otra habitación. Sin embargo, no parecía haber nadie en el segundo piso más que yo. Traté de no entrar en pánico y controlar mi respiración que poco a poco se estaba volviendo inestable. Lentamente volví a la sala y tenso, me senté otra vez en el sillón pequeño. Miré los dibujos de la televisión pero por más que trataba, no podía concentrarme en ellos.
Crac... Crac... Crac...
Apagué la televisión, y claramente volví a escuchar ruidos provenientes de arriba. Ahora, se escuchaba el sonido de la silla de madera — la cual se encontraba en frente de una pequeña mesa—, moverse así como otros objetos. Tomé valor y volví a subir las escaleras, pero una vez más, al estar en el segundo piso todo estaba callado. Se me erizó la piel de los brazos, y corrí rápidamente hacia las escaleras con intención de ir con mi papá. No obstante, cuando bajé el último escalón, escuché cómo alguien también estaba bajando las escaleras rápidamente.
Di la vuelta rápidamente sólo para descubrir que no había nadie allí. A ese punto, mis manos ya estaban congeladas y me encontraba hiperventilando, sintiendo que faltaba poco para desmayarme. No entendía qué estaba pasando.
—Oye, ¿jugamos a las escondidas? — De repente, la voz de un niño me susurró al oído, provocándome unos terribles escalofríos que me recorrieron por toda la espalda.
Di un saltito y mi mirada se dirigió hacia la sala. Fue entonces, que lo vi.
Era un niño más o menos de mi edad con la piel más blanca que había visto en mi vida. Se encontraba detrás del sillón largo. Sus irises eran negros y no parecían tener fondo, ni vida. Sin esperarlo, rio. Mostrándome sus dientes con una enorme sonrisa. Entonces, de ella empezaron a salir chorros de agua, como si hubiera tragado demasiada. Todo esto, sin dejar de verme fijamente a los ojos.
Sin pensarlo dos veces, salí de la casa hacia el patio gritando para acercarme a mi papá y abrazarlo.
— ¿Qué pasa? — me preguntó tan confundido como mi tía.
—Hay... un niño adentro. — Con dificultad respondí, sin dejar de abrazarlo y temblando de miedo —. Me vio de una forma que me dio miedo...
—¿Niño? — mi tía me vio sin comprender—. No hay ningún niño. — Trató de tranquilizarme con una sonrisa —. Yo vivo sola.
Negué con la cabeza. — Hay... un niño en la casa. Estaba haciendo mucho ruido arriba —. Insistí, pero mi tía no podía creerlo.
Ante lo alterado que estaba, mi papá decidió entrar conmigo para que le mostrara dónde lo había visto. No obstante, en la sala no había nadie. Aun así subió las escaleras y entró a la habitación donde había escuchado los ruidos, pero no había nada, tampoco en las otras habitaciones. No había ningún niño como mi tía lo había dicho.
Al regresar a la sala, le supliqué a mi papá que me creyera. Le conté todo lo que había pasado desde el principio e incluso le describí al niño. Esto último captó la atención de mi tía, quien rápidamente sacó un retrato de un cajón del mueble donde estaba la televisión y me lo enseñó.
Con entusiasmo, señalé al niño que estaba en él, sonriendo a la cámara. Asegurando que era a él a quien había visto. Lo que provocó que mi tía moviera la cabeza en negación, diciéndome que tal vez había visto mal o que tenía un amigo imaginario un poco tenebroso. Pues no podía ser él de la foto porque ese era el único hijo que ella había tenido. Quien había muerto por ahogamiento a la edad de 10 años al caerse accidentalmente por el pozo, el cual ahora se encontraba cerrado en el patio de atrás.
Escuchar eso me dio todavía más miedo aun así estaba seguro de lo que había visto y escuchado. Por lo que una vez que salimos de la casa de esa tía, le pedí a mi papá —quien se había mantenido serio desde que llegué a él asustado—, que me creyera. Porque no estaba mintiendo ni imaginando cosas.
Para mí sorpresa, dijo que me creía y prosiguió a contarme una historia que mi mamá le había contado sobre su familia.
Fue así que a la edad de ocho años, descubrí que había heredado el "don" de mi abuela materna: ver y sentir la presencia de los fantasmas.
👻🎃👻
Dato curioso: este prefacio esta inspirado en mi propia experiencia con lo paranormal que tuve hace 3 años atrás 😅🤧
ESTÁS LEYENDO
Jade Green (Gay) ✔️
Paranormal(VERSIÓN CORTA/HISTORIA FINALIZADA/SIN EDITAR) "A pesar de odiar la oscuridad y de no poder ver tu verdadera forma, no puedo evitar estar enamorado de ti" Inicio: 30 de Septiembre, 2023 Final: 12 de mayo, 2024