Capítulo 10

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¡Buenas! Esta nota es solo para decir que la historia se torció un poquito mientras la escribía, y durante este capítulo aplica un trigger warning para pedofilia (todos los trigger warnings están justo al inicio del libro; los añadí hace poco).

Dicho esto, ¡adiós, personita!

La historia comienza hace no mucho tiempo atrás, hace quizá apenas un año y medio, cuando Victoria y tú no eran las mejores amigas del mundo, pero al menos podían ver algo bueno la una en la otra; cuando al menos podían estar las dos juntas en un ...

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La historia comienza hace no mucho tiempo atrás, hace quizá apenas un año y medio, cuando Victoria y tú no eran las mejores amigas del mundo, pero al menos podían ver algo bueno la una en la otra; cuando al menos podían estar las dos juntas en un solo cuarto sin que todo fuera tenso; antes de que los caminos de tu hermano y de la chica se cruzaran y eso terminara por arruinar tu vida y la de Marco.

La primera vez que tu hermano vió a Victoria fue esa vez en la cual le pagaste para que te ayudara con la tarea de física. Ella llegó a la casa a las cinco de la tarde, tal como habían acordado, y se sentó en la mesa del comedor con toda la confianza del mundo, como si estuviera en su propio hogar; sonreía ampliamente mientras sacaba los cuadernos de su mochila roja, esa que combinaba con el moño que siempre llevaba en el cabello castaño con mechas rubias; tan radiante como cualquiera estaría a sus dieciséis años.

Justo entonces, tu hermano salió del cuarto; se fijó en la visita y de repente sintió vergüenza por haber salido en esa pijama de dinosaurios que de repente le parecía patética. La sensación solo se incrementó una vez que notó algo: La visita no era una persona cualquiera, sino la chica más hermosa que jamás hubiera visto en su vida. Su corazón se detuvo por un momento y luego empezó a latir como si no hubiera un mañana. Y él intentaba tranquilizarse porque sabía perfectamente de quién gustaba: De una chica cuatro años mayor que él; de una chica que jamás podría tener porque simplemente no debía tenerla.

Y él estaba satisfecho con eso, porque sabía que todos los primeros amores eran así; ninguno se daba, o al menos no como se quería.

Él no sabía que ella pensaba de otra manera; ella pensaba que se podría dar, que no había nada que pudiera detener ese latido rápido de corazón que había sentido desde la primera vez. Porque ella ya lo había visto antes, esa vez que acompañó a Andrés y a su hermana Lisa a un concurso de canto en el cual él estaría participando. Vió subir a un preadolescente de pelo largo al escenario, sosteniendo su guitarra torpemente y al mismo tiempo con bastante estilo, uno con el cual se quedó obsesionada.

—¿Quién es el chiquillo? —Le preguntó a Lisa, codeándola cada pocos segundos. Ni siquiera se molestó en disimular ese tono coqueto, ese que jamás debería tener al hablar sobre un niño que recién había cumplido los doce años de edad.

Lisa tragó saliva, justo espantada por el tono que había usado su amiga. Quiso escapar sin decir nada, tal como habría sido correcto, pero tenía esos codazos constantes torturándola, obligándola a dar una respuesta.

—No lo sé —mintió, esperando que no se notara que de hecho tenía el nombre en la punta de la lengua; que había memorizado quién era gracias a los pases de lista y a los gritos felices de sus amigos, de la gente que solía rodearlo—. Solo sé que es hermano de Marti —Termina soltando una verdad, justo la verdad que lleva al inicio de la historia; al inicio del infierno para tu hermano, y posteriormente para tí.

Punzadas de culpaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora