Recuerdas ese día bastante brillante. Las risas en el salón eran mucho más fuertes de lo normal y tu sonrisa también era más ancha —y más dolorosa, y más placentera— y tenías ganas de abrazar a medio mundo, todo por lo feliz que estabas.
¿Y es que cómo no ibas a estar feliz si por fin habían confirmado hacia dónde sería el viaje de fin de curso? Solamente lo volvía más real: Estabas a punto de terminar la preparatoria, y te aliviaba, tal como a todos, a pesar de que todos sabían que al terminar las vacaciones vendría algo incluso peor.
Obvio nadie se imaginaba que un evento horrible iba a ocurrir en el viaje de fin de curso; unos meses antes de que ocurriera lo que en su momento era “lo peor”.
Y tú no te imaginabas que quizá la causa sería algo que planeaste sin creer que iría a mayores; porque confiabas en la gente con la que habías hecho el plan, y confiabas mucho más de lo que debías hacer.
Creías que tus amigos no podrían dañar a nadie; y ahora te das cuenta del error que cometiste al tomar como evidencia el simple hecho de que nunca los viste perjudicar a ninguna persona.
—Oigan, tengo una idea —Recuerdas bien cómo sonaba la voz de Alberto cuando pronunció esa frase; la frase que lo empezó todo. Todo lo que tomaste como un juego hasta que llegó este momento.
—¿Qué idea? —preguntaste, moviendo la cabeza de manera rítmica mientras te golpeabas los muslos, tal como hacías siempre solo por no poder estar quieta. Sonreíste, porque asumiste que lo que iba a proponer sería simplemente una broma, porque eso era lo que conocías de él desde el tercer semestre: Siempre tenía ideas, y siempre eran estúpidas, y siempre se sugerían como solamente una broma; algo para reír por unos segundos y que probablemente nunca sería llevado a cabo, o que se haría con el único afán de extender la risa.
—Deberíamos darle una lección a Victoria —pronunció con ligereza, juntando ambas manos y colocándolas por detrás de su cabeza. Sonrió con confianza, como si estuviera seguro de que iban a apoyarlo, a pesar de que su plan no sonara específico o sencillo, que es como debería ser cualquier plan para que decidas tomarlo en cuenta.
Cuando el silencio empezó a volverse incómodo, te diste cuenta de que no pensaba explicarse más.
—¿Y con eso te refieres a… qué? —cuestionaste, esperando a que el chico completara la frase.
—¡¿Le vamos a dar una paliza?! —habló Galia antes de que Héctor pudiera siquiera abrir la boca, y a pesar del tono de pregunta que usó, sabías bien que era una propuesta; lo sabías por el brillo en sus ojos y esa emoción que había usado al pronunciar cada palabra. Podrías confirmarlo justo ahora si tan solo supieras qué pasó con Victoria…
—Diría eso —declara el muchacho, separando sus manos e inclinando el cuerpo hacia delante. Conforme el recuerdo se vuelve nítido, te das cuenta de que también deberías sospechar de él; de que quizá deberías sospechar de todos—. Pero sé que Marti no lo aprobaría, a pesar de que sabe bien que la malparida esta se lo merece por romperle una pierna.
ESTÁS LEYENDO
Punzadas de culpa
Mystery / ThrillerTerminar la preparatoria, hacer el viaje de fin de curso y no volver a ver a Victoria Torres. Todas esas eran ideas que emocionaban a todos en el grupo 652; todos esos eran los motivos de sus sonrisas y celebraciones, que encontraron su final más pr...