¿Cómo terminé así?

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Capitulo 20.

¿Quién podría estar en esta situación? Que tu novia te descubra en el baño de un restaurante llorando porque amas a tu mejor amigo gay que está saliendo con tu otro mejor amigo. ¡Ah! Y estás en ese restaurante porque tienes una cita doble con ellos.

Ni el pato Lucas, ni el chavo del ocho, ni al coyote, ni a nadie con la peor suerte del mundo. Le pasa a Theslya Manuela, osea a mi, nada más que a mí.

Aunque en parte es mi culpa todo esto. Pero prefiero culpar a mi signo y a qué mercurio está retrogradando.

En mi vida mercurio siempre está en retrogrado.

Intento mantener la mirada fija en Yiyi, que está al frente de mi llorando desconsolada, pero la furia en su mirada hace que baje la mía al suelo.

Y la entiendo a la perfección. Sabía que la lastimaría si seguía con ella. Y aún así seguí.

—Escúchame, —meto aire a mis pulmones—, estoy llorando por otro motivo.

—¿Dime cuál? —Resopla con enojo.

—¿Recuerdas el vaso de agua que te dije que me cayó mal? Está haciendo de las suyas.

—¡No puedo creer que te tomes esto como un chiste! —infla sus mejillas por la rabia— ¿Qué soy para ti? ¿Una broma? ¿Alguien con la que juegas?

Juro que no me estoy tomando esto a la ligera. Pero estoy nerviosa, y un poco asustada, cuando estoy así actuó más estúpida de lo habitual. Mi cerebro no hace conexión con mi boca y digo pura mierda.

—Me harté de mentir. —Doy un suspiro largo. Nada de lo que diga hará que la situación mejore, y si sigo mintiendo solo lo empeorare todo—. No tengo excusas. Si es por lo que piensas.

Al cabo de segundos siento un ardor en mis mejillas, propio de una buena bofetada. Mi cara gira ante el impacto, y me deja un poco aturdida. Siendo honesta me lo merecía, y si no me la daba ella, me la daría yo misma.

—Siempre lo supe, pero me hice la idiota para no perderte. —Admite sollozando. Entona con más fuerza la palabra idiota—. Me contaste esa ridícula versión tuya de las cosas, de que nunca amaste a Kamo y solo confundiste tus sentimientos. —Abre y cierra sus manos, como para decir: bla bla bla—. Era mentira. Sabía que mentías. ¡Eres una mentirosa!

Sus ojos están fijos en mí. Pero yo no puedo mantenerle la mirada. Mi vista está fija en el suelo. Ella se acerca a mi. Escucho su respiración cerca de mi cuello.

—Yo te amo. Y lo que más me duele es que tú estabas consiente de mi amor, y también de que aún amabas a Kamo, y con todo eso decidiste utilizarme. —Su mandíbula tiembla—. ¿Para que? ¿Para sacar un clavo con otro? ¿Para pasar el rato? ¿Para intentar olvidarlo? ¿Para que, Theslya? ¡Para que! —golpea mi pecho con sus puños.

No puedo contestar a eso, porque no sé la respuesta. O tal vez sí, pero decirla en voz alta la destrozaría.

El peso de la culpa cae sobre mis hombros. Me encorvo, y no tengo fuerzas suficientes para enderezarme. El nudo en mi garganta es tan grande que no me deja pronunciar palabra. Ambas lloramos, pero sus lágrimas si están justificadas.

—La cague. —suelto en un titubeó—. Lo siento tanto.

—¡No! No me digas que la cagaste. —Aumenta el volumen de su voz, y sus lágrimas salen con mayor frecuencia—. Dices “la cague” cuando le echas sal al café en vez de azúcar. ¡No cuando juegas con los sentimientos de una persona!

Muerdo mi labio para controlar mi llanto. Me siento tan hipócrita llorando cuando la que está siendo lastimada es ella. Pero es que en verdad me duele verla como esta, y me arde en el alma saber que está así por mi culpa, mi grandísima culpa.

¡Que se joda el amor!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora