No había vuelto a ver a la princesa desde que nos reunimos el día de mi llegada, y de eso ya habían pasado tres días completos. Aunque ahora viviésemos en el mismo palacio, la chica se las había ingeniado para evitarme a la hora de las comidas, siempre alegando —a través de su dama de compañía— lo ocupada que estaba y todos los asuntos que debía atender. Sinceramente, era mejor así hasta que me adaptara a mi nueva vida en el sur, por muy aburrido que se me hiciera.
Aún recordaba la manera en la que Deira me reñía por solo referirme a ella como princesa o lo mal que le sentaba mi presencia en la isla, y también cómo dejó de respirar por un segundo tras pronunciar su nombre tal y como le exigió. Era fácil de abrumar y a la vez una caja de sorpresas, lo que había hecho más llevadero el que mi prometida me estuviese evitando. Me divertía incluso el hecho de que pensara que podría esconderse eternamente de mí, cuando la realidad era que le quedaba —para desgracia de la princesa— toda una vida a mi lado.
Estaba notando que mi llegada había supuesto un ajetreo en el castillo y sus alrededores. Los sirvientes de la casa llevaban una semana sin parar para dejar a punto los preparativos de la fiesta que se daría en honor a mi llegada, en un intento de hacer evidente la esperada cordialidad entre ambas tierras. Asimismo, era una oportunidad perfecta para presentarnos juntas en toda la sociedad de las Islas y todo Breviel como el matrimonio que íbamos a ser dando paso así a la paz. Por suerte, siendo una de las dos protagonistas, había sido informada de esto por medio de Yasen dos días antes.
Paseando por el castillo en un intento por encontrar a Deira u otro interés más entretenido que mi propia soledad, me asomé al salón/recepción desde la primera planta. Allí es donde se llevaría a cabo el evento y estaba más preparado para acogerlo. Sin embargo, no era algo que quedase solo ahí, en aquel gran salón. El castillo entero se estaba adornando con preciosos claveles azules y rojos, también guirnaldas a juego, representando los colores de Sironas y Svarr. Se colocarían en barandillas, jardines e incluso estancias interiores, de tal manera que todo estuviera acomodado para el baile. El balcón principal proporcionaba unas vistas espectaculares de toda la isla de Lyraan, la capital, en su campo de visión y el mar hasta el horizonte. Ninguno de los invitados quedaría indiferente ante este acontecimiento tal y como me había asegurado Yasen por boca de un sirviente.
No estaba acostumbrada a los días tranquilos, y tampoco era mucho lo que se me estaba permitido hacer. En el Tratado se reflejaba claramente que debía mantener mis manos ocultas bajo unos incómodos guantes ignífugos que limitaran mis temidos poderes, como si esa tela fuera suficiente para frenarme si quisiera sembrar el caos y hacer arder hasta los cimientos. No, claro que no, pero no era esa mi misión, y la formalidad ante un acuerdo así se mantendría con lealtad.
Otro choque con una realidad distinta la tuve al descubrir que mi mayordomo asignado mantenía una actitud cordial conmigo, pero siempre guardando las distancias. No sentía que Humber tuviera desprecio al estar cerca de mí conociendo quién era y de dónde venía; tampoco los cocineros, los jardineros, ni nadie que cuidase de la Familia Real y su castillo... solo una distancia prudencial. A muchos kilómetros de allí las cosas se hacían de otra forma, sin brillo en los ojos que acompañase a las reverencias, pesadez en el ambiente solo menguado por el frío que helaba los huesos y ayudaba a esfumar toda idea impulsiva.
—Desde que llegué aquí solo siento ganas de estornudar, ¿Qué maldición nos han echado?
Goran y Yasen tampoco tenían mucho más que hacer más allá de practicar combate en el campo de entrenamiento de la guardia real en las instalaciones próximas, cubierto de tierra y lo suficientemente equipado para preparar a caballeros y guerreros como los que me acompañaban. Aún no había tenido la oportunidad de probar esas armas con ellos, pero pronto conseguiría escaparme hasta allí y descargar la tensión como siempre había hecho.
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Flor de Invierno
FantasyLa guerra que ha durado varias generaciones ha terminado. La conquista gracias al poder del fuego que le fue dado a la familia imperial ha sido un éxito por todo el oeste de Breviel... o casi todo. Siendo Tyra la única hija y heredera del Imperio de...