La siguiente mañana junto a Layla fue igual que la anterior. Ella ya me esperaba en su asiento con Thot en su hombro cuando llegué con menos vergüenza a la biblioteca. El sol volvía a brillar y los ventanales abiertos traían consigo aromas florales que en algún momento deseaba descifrar.
—¡Vamos, Tyra, casi doy la clase para Thot!
—Nunca tuve una institutriz tan dedicada como tú, llena de energía incluso desde temprano. —Elogié a Layla llegando hasta donde estaba—. Y buenos días.
Admitiéndolo, incluso esa mañana me había levantado emocionada pensando en la continuación de lo que habíamos dejado ayer, mi interés estaba en saber si hoy me hablaría de algún secreto que mereciese la pena recordar a fuego.
A pesar del amargo final de día que tuve al llegar a mis aposentos, había tenido muy en cuenta las palabras de Yasen, por lo que había decidido escribirle una pequeña nota a mis comandantes explicándoles dónde estaría todo el día y qué estaría haciendo. Yasen se la había hecho llegar a Goran, que ahora haría guardia en el ala del palacio donde yo estaría.
Además, tenía cuentas pendientes con mi prometida, así que escribí una nota para ella también mientras aliviaba mi estómago vacío. Yasen terminaría siendo nombrado como el chico de los recados, algo más por lo que burlarme en nuestras discusiones.
Mi cabeza había paseado poco por la idea de Deira y la razón por la que me pudiese haber venido a buscar el día anterior. No podía negar que me había producido un cosquilleo de diversión y de curiosidad el hecho de que quisiese algo de mí por una vez, pero esa sensación desapareció con la noche. Era en esta ocasión en la que me daba cuenta de que no sabía ni cuál era su dormitorio si quería resolver el asunto. Si a Yasen le había preocupado mi desaparición por unas horas, no quería imaginar cómo estaría ella, una persona que no confía lo más mínimo en mis intenciones.
Deira aún no lo sabía, pero si hacía esto era para poder acercarme más a ella sin levantar más sus sospechas contra mí. Si algo había aprendido en combate era a usar todos los recursos a mi alcance... o incluso a crearlos.
El ave de compañía de Layla me seguía dejando intranquila, pero menos que ayer, Layla tenía un aura que hacía imposible el estar alerta a su alrededor.
Me palmeó el asiento a su lado y ordenó una pila de libros que había a su izquierda para que estos no cayesen, parecía igual de entusiasmada que yo por retomar la lección. Se notaba auténtica pasión en ella.
—Bueno, alumna mía, ¿sabrías decirme por dónde nos quedamos ayer?
Layla había atrapado al vuelo mi humor y lo imitaba a la perfección. Tanto que me hizo arquear una ceja antes de responder tomando asiento.
—Me contaste la historia sobre la llegada de los di Niamh y otras familias hasta la isla de Lyraan y la bendición de la diosa Sirona hacia su pueblo, luego nombraron al primer di Niamh monarca por su liderazgo ejemplar. Pero olvidaste mencionarme el regalo de la diosa, ¿qué fue?
Ella arrugó la nariz insatisfecha con mi respuesta. No conseguiría que desvelase el gran secreto.
—Eso es algo que se desconoce. Es necesario que sepas que la vida no se vive igual en todos los territorios, Tyra. —Me regañó cruzándose de brazos—. No sé qué territorios habrás visitado, pero los regalos divinos no sé utilizan igual en todo Breviel. En el Imperio de Arashima, el poder del trueno es algo sagrado con el que preservar la armonía y proteger a toda la población. Y podríamos decir que consiguieron infundir respeto, ¿has visto alguna vez el volcán Murasaki? No por nada le llaman La Ira de Raijin. Me encantaría verlo alguna vez... Desde la distancia, por supuesto.
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Flor de Invierno
FantasyLa guerra que ha durado varias generaciones ha terminado. La conquista gracias al poder del fuego que le fue dado a la familia imperial ha sido un éxito por todo el oeste de Breviel... o casi todo. Siendo Tyra la única hija y heredera del Imperio de...