Aunque a la mañana siguiente mi estómago se revolviese ante la idea de tomar el desayuno en compañía de la familia real, mis obligaciones como representante directa del Imperio también suponían atender peticiones tan simples como esas.
Mis ideales casi se tambalean al ver los distintos platos que llenaban la mesa. Lo que llegaba a mi dormitorio cada mañana no se acercaba a lo que realmente era un verdadero desayuno sironés.
Los frascos de distintas mermeladas me impedían decidir cuál escoger, lo mismo con las rebanadas de pan caliente junto al queso fresco y las especias. También me ofrecieron zumos y leche. No podían faltar las frutas, con las uvas en un bol similar al que mi nueva maestra tenía en la mesa junto a los libros en nuestros dos días de lecciones.
—Princesa Tyra, no te veía desde el baile.
El rey Fergus fue el primero en saludar cuando llegó al comedor de paredes blancas. Tomó asiento a mi izquierda, presidiendo la mesa de madera blanca y diseños en dorado —como todo lo que había en ese lugar—, tomando la jarra de leche para rellenar su taza.
Esperaba que el servicio fuera el que se encargara de preparar hasta el último detalle, incluso algo como preparar el café, pero había vuelto a subestimar a los di Niamh y su humildad.
—Han sido días de estudio, es posible que haya estado ausente, mis disculpas —respondí con cortesía.
Mi estómago rugía insistentemente, así que tomé otra de las jarras de leche para imitar al rey.
—Imagino que entonces ya conoces la biblioteca, ¿verdad?
La voz de Deira, serena y amable, anunció su llegada. Volvía a estar deslumbrante en su vestido azul y blanco con encaje en hombros y escote.
—Acertaste, querida. Buenos días.
Deira me sonrió con dulzura. A mí, solo a mí.
—Buenos días, te veo bien después de nuestra charla de anoche.
La mención a ese evento provocó que mi corazón diera un vuelco. Su picardía para sacar ventaja era cada vez más afilada, y me encantaba sentir el cuchillo sobre mi cuello si era ella la que lo empuñaba.
Al pasar por mi lado, no perdió la ocasión de acariciar mi hombro como saludo cariñoso, a lo que respondí con mi mano sobre la suya. Como dos amantes que no se resistían a ese afecto.
Fergus, atento a nosotras, tomó de su taza.
—Conocía de tus hazañas en otros ámbitos, pero desconocía que te gustaran las letras. —El rey continuó la conversación mientras tomaba algo de queso y unos arándanos—. Nuestra historiadora es una de las más idóneas para todo lo que necesites, nuestra biblioteca está para que sus libros se lean, no dudes en hacerlo.
—Es una gran maestra. Hablar con ella solo despierta más mi curiosidad por esta maravillosa tierra, Su Majestad.
—No sabía que tuvieras en tan alta estima a Layla.
Deira, ahora sentada frente a mí, al otro lado del rey, ocultaba el doble sentido de su comentario curvando aún sus labios. Se atrevía a presionar más el cuchillo.
—Es una chica excepcional, con una personalidad arrolladora —dije remarcando los adjetivos con total intención—, no se conoce a alguien así todos los días.
Pero mi prometida no respondió, sino que tomó una rebanada de pan, probablemente decidiendo su siguiente golpe. Mientras, el rey asentía de acuerdo conmigo.
Yo hice lo propio y tomé fruta para acompañar a mi leche con azúcar.
—Creo que te acompañaré si hoy también vas a estudiar, me apetece pasar un rato con Layla... Y contigo, por supuesto.
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Flor de Invierno
FantasyLa guerra que ha durado varias generaciones ha terminado. La conquista gracias al poder del fuego que le fue dado a la familia imperial ha sido un éxito por todo el oeste de Breviel... o casi todo. Siendo Tyra la única hija y heredera del Imperio de...