Capítulo 7

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El cuervo en mi ventana a la mañana siguiente me confirmó lo que esperaba: Svarr ya conocía lo ocurrido la noche anterior. La respuesta a mi acción estaba escrita en la nota atada a la pata del ave. Si era mal vista, tendría que replantear mi forma de actuar, y, si había agradado, seguiría así mientras continuaba afianzando mi relación con la princesa.

Tomé la pequeña hoja enroscada con un sello rojo en su centro, solo la magia era capaz de romper los sellos reales de los Dazhbog para asegurar la confidencialidad de los mensajes. Esa fue también una táctica que usamos en la guerra para avisar a otras bases sobre la posición de los ejércitos y sus movimientos.

El cuervo graznó cuando una pequeña llama nació en mi dedo índice. En teoría tenía prohibido usar mis poderes en las islas, pero nadie entraría a comprobar que cumpliese con la orden dentro de mi dormitorio a menos que levantase sospechas. Con el roce del fuego, el sello se derritió hasta desaparecer en pequeñas partículas.

No olvides el objetivo de Svarr ni lo que significa representar al Imperio.

Pocas palabras que significaron mucho. En mi garganta se formó un nudo que me impedía tragar saliva. Aunque no había nada malo en el papel escrito, tampoco había felicitaciones. No las esperaba, nunca las había recibido. Una vez más, solo me recordaba cuál era mi deber para que no se me ocurriera relajarme, y así fueron mis 21 años. Cuando no esperas nada, deja de doler.

Solo era su arma.

Quemé el papel con mi propio fuego para no dejar pruebas. Solo los cuervos de Svarr eran capaces de infiltrarse hasta llegar a la costa de las islas sin ser vistos, nosotros no fuimos capaces por mucho que se intentó en la última década. Esa había sido la gran frustración de mi padre, y las frustraciones de mi padre también eran las mías por consiguiente.

Pero la nota tenía razón, no podía perder de vista que la verdadera razón de mi estancia aquí era ganarme la confianza de la familia real antes del matrimonio y descubrir los misterios que durante siglos habían ocultado. Las leyendas más antiguas contaban que los Niamh tenían en sus manos el poder de ganar batallas desde la retaguardia, y ese poder debía estar en manos del Imperio de Svarr antes de continuar con la conquista del resto del continente.

Debía investigar más ahora que el castillo volvía a estar en calma tras los preparativos de mi llegada y la posterior fiesta. Necesitaba conocer la naturaleza de esos ojos turquesas verdosos en el cuadro que parecían mirarme directamente. Para conocer al enemigo, era necesario pensar como él.

Después de tomar el desayuno que llevaron a mi habitación, busqué la biblioteca privada que me enseñaron el primer día. Si quería conocimiento, allí estaría todo lo que buscaba.

No tardé en encontrar la doble puerta blanca de adornos dorados, abriendo el espacio hasta colarme dentro y volver a cerrar. No iba a hacer nada malo, aunque tampoco tenía certeza de que tuviese permiso para estar allí.

Ante mí se presentó una sala más amplia de lo que esperaba, casi tanto como el comedor principal. Si la arquitectura barroca del palacio me asombraba cada día, la biblioteca no fue una excepción. El gran espacio estaba dividido en una cúpula central de techos altos y dos cámaras laterales con una mesa redonda de mármol y un par de sillas en cada una. 

Las estanterías blancas —al igual que casi toda la sala— ocupaban dos pisos y rodeaban los seis pilares, todas ellas llenas de incontables libros también encuadernados y conservados en este color pulcro, me sorprendí comprobar que estaban talladas en la propia pared de la estancia.

Todo en su conjunto transmitía armonía, luz, vida. Los ventanales del segundo piso eran igual de amplios que los del salón donde conocí al rey Fergus y a Deira la primera vez, la calidez del sol llegaba hasta mi rostro sin quemar. Todo me invitaba a pasar el día entre esos libros.

Flor de InviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora