Capítulo 5

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La noche cayó sobre la isla de Lyraan antes de poder darme cuenta. La brisa de primavera traía consigo el olor de las flores con más intensidad que durante el día, una fragancia que conseguía relajar cada músculo de mi cuerpo hasta casi olvidarme de lo importante que aún quedaba por hacer.

La recepción de invitados terminó con las últimas luces del ocaso, y con ello Fergus y Deira se retiraron hasta el interior del Palacio de Sal. La alta sociedad sironesa parecía expectante por ver a la invasora del Reino. Los murmullos y conversaciones llegaban hasta el segundo piso, donde no hacía nada más que esperar a mi futura esposa oculta de los ojos de todos ellos.

No eran nervios lo que se arremolinaba en torno a mi estómago, en peores situaciones había estado. Sin embargo, si algo lo hacía diferente era la presencia de Deira para que todo saliera bien. Si ella no ponía de su parte, si alguien descubría la verdad, los rumores llegarían como el viento hasta mi padre, y era la incertidumbre que rodeaba su reacción lo que más me preocupaba. Un sentimiento de ofensa y todos los meses de negociaciones habrían sido en vano.

—Ahí estás. Te he estado buscando.

La voz de Deira sonó tras de mí para descubrirla llegando hasta mi escondite tras una de las columnas. A pesar de la insistencia en su voz, su paso fue lento hasta llegar hasta mí. Ya parecía haber entrado en el papel. Mentón elevado y seguridad en sus ojos, toda una princesa que sabía qué hacer cuando la situación lo requería, hasta para pactar con el demonio.

Mi espalda se puso todo lo recta que podía y llevé las manos hasta detrás de esta para entrelazarlas. Era el momento para que yo hiciera lo mismo aunque no nos conociéramos como para saber si aquello saldría bien con solo poner cada una de nuestra parte.

—Disculpa, creí que este era el mejor lugar para esperarte. —dije en respuesta con la simpatía que seguía a la de ella, girando el torso para encaminarme junto a Deira hasta donde comenzaban las escaleras de mármol. Algunos invitados ya parecían habernos visto desde la planta inferior—. Entiendo que, ahora que están todos, solo nos queda salir ahí.

—Así es, aunque primero será el rey el que de un discurso, luego nosotras bailaremos.

Asentí comprendiendo que algunas costumbres no diferían tanto de las que ya conocía. En ese caso, solo era el momento de salir al mundo y demostrar lo falsamente real que era nuestro enlace.

Deira pareció entender mis intenciones y determinación, pues pasó su brazo para agarrar el mío sin necesidad de palabras, sin necesidad de miradas. Incluso con el asco que yo le producía, tuvo la osadía a su vez de acercarse hasta mi oído para susurrarme en un tono provocador que aún no había escuchado en ella:

—Demuestra de lo que eres capaz, princesa.

Todo mi cuerpo se erizó ante el contacto y sus atrevidas palabras, tuve que contener la necesidad de sonreír para no distraerla de su impecable actuación al volver a su posición como si no hubiese insinuado un reto que yo había empezado antes. Mi compañera necesitaba tanto como yo que este primer obstáculo fuese impecable, así los cuervos llevarían buenas noticias hasta quienes no asistieron por estar junto al trono de oro y hierro.

Mi brazo acomodó el suyo finalmente aceptando el juego. Sabía mejor que nadie que, al regresar a sus aposentos, ella lavaría su brazo para no dejar ni un ápice de mí y nuestra cercanía. ¿Dónde había aprendido a fingir tan bien? ¿Ella había tenido la misma educación estricta que yo? Las Islas Sironas no parecían ser el reino de terror que Svarr promulgaba.

Deira di Niamh era impredecible en todos los sentidos de la palabra. Mi mayor error había sido subestimar a la heredera del reino solo por ser de un territorio inferior en proporción al Imperio. Pero las Islas Doradas habían sido centenarias y eso fue gracias a la protección de los Niamh, no debía olvidar que no se conocía todo sobre ellos y también debía investigar qué secretos ocultaban durante mis meses aquí.

Flor de InviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora