PRÓLOGO

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Namjoon.


Mis enormes alas se extendían sintiendo el viento colarse en ellas. Volaba a lo largo del firmamento, vigilando a la creación más extraña de Dios. Los humanos.

Cuidabamos de estas criaturas cuando nos era permitido. Se tenía que mantener un equilibrio entre el reino celestial y el reino de las tinieblas.

Así era, desde que la humanidad pecó contra Dios en el jardín del Edén.

Manteníamos a raya a esos despreciables demonios, ángeles caídos que perdieron el rumbo. Engañados por Lucifer, el que solía ser el ángel más amado por Dios.

Sentía pena por todos ellos, se desviaron del camino y perdieron de vista el propósito de su existencia en este universo.

A pesar de que Lucifer intento arrastrarme con él, no lo consiguió. Desde el momento que comencé a existir le he sido fiel a mi creador y cumplir su voluntad es lo que hace que mi existencia sea valiosa.

Ser un arcángel era un verdadero honor, somos los más cercanos a nuestro Dios y solo a nosotros nos encomienda las misiones más difíciles.

En toda mi existencia jamás fallé en ninguna misión que se me ha sido otorgada. Estaba orgulloso de eso.

-Parece que hoy los lacayos de Luci están de descanso.- Comentó Gabriel.

-No es bueno, algo traman.- Fué mi respuesta. Me dirigí a los demás -Rafael y Uriel vuelen hacia el norte. Estén alerta, cuando los demonios están en calma, algo están por hacer.

-Así lo haremos Namjoon.- Rafael obedeció y se fué con Uriel a vigilar el área.

Sentí la maldad crecer, y en un segundo Uriel estaba frente a mi.

-Los Moabitas, están atacando el Monte de Seír. Están completamente descontrolados y los traidores están ahí.

- Sabía que algo estaban haciendo esos demonios.

-¡Reúnan a las tropas ya!.- Al momento todos se movilizaron.

Las tropas angelicales volaron conmigo para intervenir en el caos qué se vivía.

Descendimos al Monte de Seír, enfrentando a los lacayos de Lucifer.

Quienes habían incitado a que ocurriera toda esta masacre, entre los humanos.

Tenían enloquecidos a los hombres, peleando unos con otros, matándose entre sí. Esto era un baño de sangre.

La sangre de inocentes era derramada, mientras gritaban por ayuda. No sentían compasión por nada ni nadie. Todo tipo de atrocidades estaban siendo cometidas.

Los bebés y niños degollados, mujeres siendo tomadas por la fuerza para el placer de estos hombres, para después acabar con sus vidas mutilandolas, degollandolas, apuñalandolas hasta morir. A los hombres los torturaban y se enfrentaban entre sí.

Los arcangeles atacaban a sirvientes del infierno. Pero, eran hábiles y estaban dando batalla, no planeaban irse pronto.

Las espadas celestiales atravesaban a algunos de ellos y eran devueltos al infierno, donde pertenecían.

En cambio, yo tenia un látigo dorado, con el los atrapaba y los mandaba de regreso con su amo.

Lancé una vez más mi látigo atrapando a uno de los demonios. Justo cuando iba a regresarlo a su jodido lugar, espabilé al sentir una energía extraña, mis oídos zumbaron y una luz grisácea provenía del oriente.

LAS 7 GEMAS DEL DESTINO    La SagaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora