CAPÍTULO 2

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-¿Entonces vas a salir esta noche, Astarté?.- Preguntó a su hermana la inexperta joven.

-Sabes que si pequeña Paola.- Respondió la mujer con aquella cicatriz en la cara.

-¿Es necesario? Hemos estado bien aquí sin que hagas ese...¿Cómo dijiste que se llama?.- Preguntó con curiosidad.

-Ritual, y si es muy necesario, así nos mantendremos a salvo de las criaturas que quieren encontrarnos. No dejaremos qué arruinen nuestros planes.- Asintió sin más -Ahora ve a cumplir con tus labores.

La joven se puso de pie y comenzó así su día. Ayudaba a los aldeanos con sus tareas diarias, para adquirir todos los conocimientos posibles.

La estaban preparando para su destino, la razón por la que fue creada.

Desde que salieron del reino de las tinieblas, su hermana Astarté le prohibió hablar del lugar de donde provenían y de lo que ellas eran en realidad.

Al llegar a la aldea de Azariyeh en las serranías, Astarté hizo aquel ritual en la oscuridad de la noche, cuando todos los aldeanos dormían.

Le dijo que con eso estarían protegidas y se mantendrían ocultas de los seres que iban a querer encontrarlas. Le habló que dichos seres querían acabar con su corta existencia. Por lo que Paola no volvió a cuestionar sobre las acciones de esta.

Ayudó a lavar vestimentas en la orilla del río, las familias eran numerosas y se llevaba bien con las mujeres de la comunidad. Después fué directo a los campos de cultivo, ayudó a cortar los frutos de las siembras que con tanto esfuerzo habían trabajado los campesinos.

Su día se fue en tareas y más tareas, pero, no se quejaba. La vida era tranquila en aquella aldea.

Llego al rahab y prendió las velas para iluminar la vivienda. Pasaría la noche en completa soledad, Astarté no llegaría hasta la mañana siguiente, al asomarse el alba.

Sirvió la sopa de verduras en un tazón y se sentó a la mesa. Después de cenar, por fin podría descansar.

Fuertes golpes la hicieron mirar directo hacia la puerta, alguien quería entrar por la fuerza.

Se había corrido el rumor que en la aldea había dos mujeres solas y desprotegidas, sin un hombre que las acompañara.

Eso no era bueno, las mujeres así eran presa fácil. Eso explicaba porque habían cuatro hombres intentando derribar la puerta de la humilde vivienda.

La puerta no resistió más y estos despreciables varones entraron hallando a la joven mujer sola.

Una sonrisa torcida se artículo en el rostro de cada uno de ellos, pues ante sus ojos era realmente bella.

La maldad en sus corazones salió a relucir, estaban apuntó de cometer los actos más despreciables en contra de una fémina.

-Váyanse, no pueden estar aquí.- Quiso confrontarlos.

-Agárrenla.- Ordenó uno de los hombres con una barba blanca y cabello canoso.

-Suéltenme, nooo.- Trató de safarse, pero ellos eran fuertes.

-Esta si la vamos a disfrutar más.- Dijo entre risas siniestras uno de los repugnantes hombres.

-¡Déjenme!, ¡Malditos!.- Gritaba la pequeña mujer con desespero.

Él más joven de los cuatro le propinó una fuerte bofetada, volteándole la cara bruscamente.

-¡¿No te enseñaron a cerrar la boca delante de los hombres?!- Exclamó con una expresión intimidante.

LAS 7 GEMAS DEL DESTINO    La SagaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora