CAPÍTULO 3

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Namjoon.

Habían pasado varios días y estaba siguiendo el rastro de aquella criatura, pero no lograba dar con ella.
En un punto sentí que estaba caminando en círculos, no entendía como me estaba pasando esto.

Los malditos demonios seguro tenían mucho que ver, estaban nublando mi percepción para que no pudiera encontrarla. Pero, eso no funcionará por mucho tiempo, encontraré a esa cosa, sea lo que sea y acabaré con su despreciable existencia.

Últimamente hablaba con padre por medio de la oración, era la manera que nadie iba a sospechar de lo que soy. Me dijo que estoy cerca, que tengo que mantener los ojos abiertos, me dió algunos datos que serán de utilidad.

Llegué al rahab de mis anfitriones completamente sucio por andar en lo profundo del bosque por días sin haber obtenido resultado alguno.

-Joon, volviste.- La sonrisa de Sara se ensanchó al verme. -Pero, mírate.- Observó toda la suciedad en mi ropa y mi piel.

-Shalom aleijem, Sara.- La saludé de manera cordial.

-Aleijem Shalom, Joon.- Ella estuvo a punto de acercarse y darme la mano para responder a mi saludo, pero retrocedí.

-Disculpa Sara, no quiero ensuciarte.

-Claro.- Comprendió -Te prepararé todo para que puedas asearte y lavaré tu ropa.- La joven hija de los dueños del rahab se dió la vuelta para empezar a cumplir con lo que acababa de decir.

Cuando estuvo listo entré a la pequeña habitación donde todos los del rahab solían asearse y comencé con mi labor.

[...]

Me había vestido con otras prendas, la que había traído cubierta de mugre Sara amablemente la había lavado y justo ahora estaba secándose bajo la luz del sol.

María y Sara servían la merienda mientras Esaú terminaba sus labores en la carpintería.

-Joon, ya estas limpio.- María me dió una mirada rápida para seguir acomodando todo sobre la mesa. -Sara me dijo que llegaste cubierto de suciedad.

-Sí, le compensaré a Sara y a ustedes lo que hacen por mí.- Se detuvo a mirarme y sonrió.

-Oh, eso no es necesario, lo hacemos con gusto, solo compartimos un poco de lo que Elohím nos bendice.- Volvió a sus labores y terminó de ordenar todo en la mesa.

-Madre, aquí está el pan.- Sara entró al rahab y colocó el pan sobre la mesa. -Te ves muy bien sin tanta suciedad cubriendote.- Una risa inocente salió de sus labios.

-Sin duda tienes razón.- Respondí con una sonrisa cerrada.

-¿Pasaste a avisarle a tu padre que ya es la hora de la merienda?- Le preguntó María a su hija.

-Sí, me dijo que solo iba a entregar unos pedidos y vendría a merendar.- Noté el desagrado en la voz de Sara. -No me gusta que abba haga esas enormes cruces, sabiendo que en algún momento pondrán a alguien ahí a morir.- Su corazón era puro e inocente.

-Tu abba solo hace su trabajo, sabes que los que están destinados a estar ahí son personas desalmadas.- María le dijo a su hija.

Esaú entró y las dos mujeres dirigieron su vista hacia él.

-Padre- Sara le alcanzó un jarrón y le ayudó a lavarse las manos. -La merienda está lista.- Su padre asintió y ella se inclinó un poco frente a él en señal de respeto.

-Joon, siéntate.- Me indicó Esaú.

Los hombres del hogar tenían que sentarse primero, y después las féminas. Así era en todas las familias.

LAS 7 GEMAS DEL DESTINO    La SagaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora