𝐕𝐈𝐈𝐈

128 17 4
                                    

Octubre se deslizó tan velozmente como había llegado, como un parpadeo entre lluvias que se transformaron en una gélida brisa, adornando las colinas con un manto de nieve.

Durante ese mes, Harry llevaba consigo una suerte de talismán, un secreto íntimo que le proporcionaba la fuerza para sobrellevar la monotonía de las clases impuestas por Umbridge y los desprecios de aquellos que lo tachaban de mentiroso.

Era algo más que las reuniones del Ejército de Dumbledore; era más profundo que simplemente enfrentar a Umbridge. En realidad, constituían un acto de resistencia llevado a cabo ante sus mismas narices, desafiando abiertamente lo que tanto ella como el Ministerio temían.

Resultaba altamente gratificante observar cómo sus instrucciones brindaban apoyo a sus compañeros: Neville había logrado desarmar a Hermione, Colin Creevey había perfeccionado su hechizo paralizante y Lisever había experimentado un marcado progreso en sus habilidades mágicas. No había exagerado al afirmar que tenía dificultades en Defensa Contra las Artes Oscuras..

Como respuesta, y en agadecimiento, Lisever había insistido en enseñarle a cambio pociones asumiendo que no pasaría los TIMOS sin su ayuda. A pesar de tener un horario ya abarrotado, sucedió ante la persistencia de Lisever.

Lo que más le sorprendía era cómo su presencia parecía haber calmado sus problemas anteriores con las erecciones inoportunas. Atribuía esto en parte al hecho de que ahora conocía mejor a Lisever. Entre las reuniones del Ejército de Dumbledore y las lecciones privadas de pociones en el aula oculta tras el tapiz, había aprendido mucho más sobre su vida. Cosas que, según ella, ni siquiera Draco sabía...

Pero la entendía, de alguna forma era fácil pasar el tiempo con ella y que las palabras fluyeran en voz contando y escuchando. Se había dado cuenta que no era el único al que le pasaba; En las reuniones, había notado cómo Ron pasaba un tiempo inusualmente largo charlando con Lisever, lo cual siempre terminaba con él recibiendo caramelos de mantequilla. Conociendo a Ron solo debía ser por eso.

En su caso, los caramelos habían perdido importancia. Aunque se había acostumbrado tanto a recibirlos que, casi de forma automática, extendía la mano cuando veía a Lisever rebuscar en su mochila. Era como si hubiera encontrado una extraña comodidad en esos pequeños momentos. En su interior, Harry sabía que había algo más entre ellos, una complicidad que iba más allá de las palabras. Se sintió cómodo con ella, como si pudiera ser él mismo sin miedo al juicio o a las expectativas.

El tiempo que pasaban juntos no solo se limitaba a las clases y reuniones. A veces, después de una intensa sesión de estudio, se quedaban charlando.

Ella contó sobre su infancia en Spinner's End, sorprendiendo a Harry al pintar una imagen de Snape que lo hacía parecer un padre amoroso disfrutando de cenas con helado. Este retrato contrastaba drásticamente con el hombre que torturaba a sus alumnos en Hogwarts.

Ella también compartía los sentimientos conflictivos que tenía debido a su madre, que la había abandonado cuando era muy joven, sin dejar rastro ni posibilidad de comunicación. Harry entendía esa parte; sabía cómo era crecer sin una madre. Aunque Lisever tenía a Snape para consolarla, él nunca había recibido ni una pizca de compasión por su pérdida de parte de sus crueles tíos. Así que también compartió sus propias experiencias en Privet Drive: los abusos, el maltrato, los miedos crecientes y la profunda soledad que sentía.

Sin esperarlo ni entenderlo, Lisever se convirtió en su confidente en cosas que Hermione ni Ron lograban entender por completo. Bueno Lisever ya sabía como reaccionaba su cuerpo ante ciertos estimulos, la verguenza habia quedado atrás hacía mucho.

Aunque algunas noches todavía despertaba empalmado, repugnado por sus propios impulsos, en gran parte porque ya no quería ver a Lisever de una manera tan obscena. No era que no encontrara atractiva a Lisever; él sabía apreciar la belleza en otros, desde Cedric Diggory hasta Draco Malfoy, y Lisever tenía su propio encanto. Pero ahora la conocía en un nivel más profundo. La consideraba su amiga, tan dulce que podría oler a vainilla, tan delicada que no merecía ser objeto de pensamientos tan obscenos. Antes solía atribuirlo a la vergüenza por imaginársela de esa manera, especialmente por su condición de Slytherin y por ser la hija del profesor que más detestaba. Pero ahora se trataba de una profunda sensación de culpa.

Harry Potter and The Hidden LegacyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora