Harry Potter and The Hidden Legacy

𝐗𝐈

No estaba seguro en que momento su vida estaba fuera de su control. Mas allá de todo lo que había vivido, las peleas con Voldemort y las desventuras de cada año escolar. Lamentaba que la vacaciones de invierno por mas dificiles que habían sido, llegaran a su fin.

Lamentaba no seguir en Grimauld Place y lamentaba que no fuese Sirius quien le enseñara Oclumancia.

La boca le sabía amarga desde que Snape se presentó en la cocina de Grimauld Place y le dio la terrible noticia que tomaría clases particulares con él como si las clases regulares viendo la ganchuda nariz asomarse de su grasiento pelo no era suficiente tortura.

Harry pasó casi todo el día temiendo que llegara la tarde. Y aún lo deprimió más que los miembros del ED se le acercaran constantemente por los pasillos entre clase y clase para preguntarle, esperanzados, si aquella noche iba a celebrarse una reunión.
Ni siquiera la satisfacción de haber pedido a Cho Chang que saliera con él en San Valentín logró aliviar los funestos sentimientos que se intensificaban con cada hora que se acercaba la tarde, pensó que lo que necesitaba era algo dulce para que la sensación de su estómago desapareciera.
Sin embargo, Lisever no había aparecido en su sala tras el tapiz antes del desayuno, ni en el recreo, o 5 minutos antes de las dos últimas horas de clase después de la comida.

Lo consideraba extraño, claro que no haían acordado nada explicitamente pero se había convertido en un ritual estar tras el tapiz charlando unos minutos. Si lo pensaba bien ni siquiera la había visto en todo el día, se encontró buscandola discretamente en el desayuno después de pasar por el aula y esperarla diez minutos, creyó que podría verla en el transcurso del día, aceptar un caramelo y contar las cosas que habían pasado esa Navidad, cosas que nadie más podría entender y quiza Lisever tampoco pero se sentiría mejor cuando lo sacara de su pecho frente a ella.

Su única opción era verla en pociones, charlar por lo bajo y sentir el calor de su mano reconfortandolo, seguramente tendría un subidón de sangre y sus orejas se calentaran aunque esa vez no le importaría perder él tiempo en el baño imaginando que esa mano podría ayudarle de otra manera.

Llegó al salón de clases, esperanzado, sentandose en la mesa frente al escritorio de Snape, mirando de reojo la puerta tras él como un cachorro y sus ojos brillaron al verla, completamente sorprendido pues su cabello, usualmente largo y lacio ahora era corto hasta sus omoplatos, con volumen y en capas lo que la hacía verse diferente a su padre.

Harry sintió el rubor en sus mejillas, pero cuando intentó elogiarla, ella pasó junto a él con indiferencia, para sentarse junto a Draco Malfoy y entrelazar sus manos. Fue como si un cubo de agua helada le cayera encima, dejándolo perplejo y herido.

Miró a Pansy Parkinson, alegre y despreocupada en su mesa, mientras Draco besaba a Lisever en el  anillo horrible que adornaba sus dedos delgados. Harry se concentró en su caldero vacío, confundido y herido por lo que acababa de presenciar. La clase de Pociones, bajo la mirada desagradable de Snape, solo empeoró las cosas.

Su poción, como siempre, fue un fracaso total. Pero lo que más le dolió fue ver a Lisever completamente encantada por Draco, riendo y comportándose como esas chicas que él no soportaba. No podía ser Lisever, su Lisever, pensó con pesar. Se detuvo, corrigiéndose internamente: ella nunca fue suya, pero la incomodidad de verla comportarse de esa manera era insoportable.

Mientras Harry observaba el revolver de su caldero, sentía cómo su mundo cambiaba lentamente. Cada risa de Lisever, cada gesto compartido con Draco, eran como agujas. La tristeza se asentó en su pecho como una piedra, y se dio cuenta de que no podía concentrarse en nada más que en el dolor creciente que sentía al ver cómo se alejaba de él. Toda la incertidumbre que había sentido en Navidad regresaba, serpiente, el accidente del Señor Weasley... ¿Se había enterado acaso? Por supuesto, Snape debió mencionarlo y ahora Lisever pensaba que era un fénomeno, igual a lo que pensaban todos.