Narra Leilany
- Leilany, ya por favor, discúlpame. - dice Quevin por octava vez.
- ¿Por qué hacerlo, tramposo? - pregunto, hablándole por primera vez desde que nos separamos del grupo.
- ¡Hasta que hablas! Si quieres, hago lo que tú quieras. - responde rápidamente sin pensar.
- ¿Lo que yo quiera? - pregunto con sonrisa maliciosa.
- Espera, no, retiro lo dicho anteriormente... No pienso hacer lo que tú quieras. - responde acomodando su postura, haciéndome levantar un poco la mirada.
- ¿Retiras lo dicho anteriormente? O sea, que además de prohibirme mis derechos a la libertad de expresión, no tienes palabra. - digo antes de resoplar.
- ¿Cuándo te he prohibido tus derechos a la libertad de expresión? - pregunta con cara de estúpido mirándome como si estuviese loca.
- ¡Hace poco, cuando no me permitiste cambiar de pareja! - contesto alzando un poco la voz.
- ¡¿Quieres cambiarme!? - pregunta con un puchero.
- ¿Sabes qué..? ¡Creo que sí! - digo antes de voltearme.
- ¡Leilany! - grita.
- ¿Qué? - volteo hacia él con la misma actitud y me besa.
Intente separarme, pero lo único que conseguí fue que me acercará más a él y sellará sus brazos alrededor de mi cintura. Admito que me deje llevar un poco, pero luego mordí su labio inferior, logrando que me soltara.
- ¿Pero qué te crees? ¿Piensas que es verdad eso de que a las mujeres la mejor manera de callarlas es con un beso? Pues fíjate, no siempre lo es y menos conmigo estando enojada. - dije un poco enojada, alejándome.
- ¡Me mordiste! - dice sorprendido.
- Te lo mereces... - dije cruzandome de brazos.
- ¿Me merezco que me muerdas? - preguntó incrédulo.
- Bueno, pues... - empecé a decir, pero la verdad, lamentaba un poco, solo un poco, morderlo.
- ¿Pues qué? - preguntó acercándose.
Me quedé mirando el suelo y luego recordé.
- Pues, que de verdad te lo mereces, pero aún no me he vengado. - contesté mirándolo a los ojos.
- ¿Vengado? Quien se debe vengar soy yo, tú me mordiste. - dice ofendido.
- ¡Y tú dijiste que me amabas! - respondo un poco descontrolada.
- Oh... - dice un poco sonrojado y empieza a reír.
- ¿De qué te ríes? - pregunto pretendiendo estar molesta, ya que la risa esta empezando a ser contagiosa.
- Ayyy, mi queridísima y amada Leila, vamos a comprarte más palomitas. - dice antes de coger mi mano y empezar a caminar.
- No me evites el tema, Scott. - digo con ojos entre cerrados.
- No lo estoy haciendo, simplemente te amo y por eso te perdono por haberme mordido, pero conste que solo esta vez. ¡Ahora a las palomitas y a disfrutar el parque! - dice sonriente después de parar de caminar y cuando termina de hablar, vuelve a encaminarse.
Narra Sabrina
- ¿A dónde quieres ir ahora? - le pregunto después de salir de una montaña rusa.
- ¿Está mal si solo caminamos un rato? - pregunta mirando hacia el cielo.
- No, para nada. - le respondo con una sonrisa y él asiente.
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Si las reglas se pueden romper, ¿por qué no las treguas?
Novela Juvenil*EN PROCESO DE EDICIÓN* - Primero que nada, suéltame. - le ordeno levemente enojada y él me hace caso. - Segundo, no hay nada de qué hablar. - digo volteándome hacia él con los brazos cruzados. - Sí lo hay. No nos podemos seguir ignorando de por vid...