Cuando despertó —que ya era hora—, a la joven le pareció que estaba en una situación rara, pero tranquila. Yacía con las manos y las piernas abiertas y extendidas, la boca como si se hubiese quedado a medias de algo que decir —lo cual, viniendo de ella, era más que posible—, y el cuerpo, en general, tibio pese a vestir aún una bata de enfermo por la que tampoco le descendía la sensación resbaladiza que la había paralizado de nuca para abajo. No veía pequeñas eslanges rojas y negras nadando por su mirada, ahora nítida ante la ausencia de luz. Estaba viva y a gusto, y eso era lo confuso. Aparte del silencio. Pero no duró mucho. Un gemido sepulcral se abrió camino hasta ella y seguidamente una figura.
—¡Oh, por los dioses...! —dijo una voz en la obscuridad, provocando que otra le chistara.
Mentira, pensó la doctora. No estaban completamente a oscuras porque una triste luz flotaba todavía por los rostros acongojados de dos miembros de la agencia al punto de transformarlos en una clase de máscaras.
Para verles mejor, Raidna alzó la mitad del tronco con la ayuda de los codos, pero ninguno de los hombres se percató, concentrados en la nueva criatura que retorcía su cuerpo robusto por el sitio. Uno arrugó el rostro hacia el suelo, y de pronto desaparecieron junto a la poca iluminación.
—¿Qué estás haciendo? —murmuró la voz cascada de su compañero.
Raidna no supo si hablar también o no mientras reptaba hacia sus otras extremidades con los brazos.
—Rawl Ainos Shanley —dijo la sombra en su lugar, tan gigante que la terminó cubriendo de los pies a la cabeza—, ¿eres tú? Contesta —advirtió al no recibir respuesta, bastante más seco de lo que Raidna se hubiese imaginado de una bestia. —Contesta —repitió—. Soy Piloto, no debes tener miedo. La capitadante me ha enviado a buscarte, de hecho. Tenemos que salir para el nivel cuatro de inmediato; es una urgencia.
Se oía una respiración, pero la chica no sabía decir si era la suya en concreto.
—El Autómata ha perdido el juicio.
«¿Cómo?». Kellernam frunció el ceño paralelamente al discurso de tono insensible de Piloto.
—Podríamos morir. La capitandante solo quiere salvar el máximo de vidas posibles —agregó.
Raidna intentó detener un resoplido sarcástico.
Tarde, por supuesto.
El cuerpo de Piloto se inclinó por encima de su cabeza, tal y como lo haría un lagarto de komodoro en su adolescencia. A pesar de que, si no utilizaba su lupa de especialista, este aparentaba ser, más bien, una masa viviente de la que apenas se percibía el contorno. Una cosa extraña a la que se quedó mirando abierta y curiosamente.
—¿Rawl Ainos?
Él parecía verla menos aún.
Al notar el vaho de frío que se escapaba de entre sus labios, la chica se los pellizcó con los incisivos. Continuaba sin sentirlo, pero... ¿Cuánto habría bajado la temperatura en aquella burbuja sin AME5? O puede que en toda la instalación sí creía en las absurdas palabras del segundo oficial piloto. Tenía que reconocer que ni siquiera era capaz de observar el pasadizo exterior...
«Los sensores podrían haber cerrado la puerta antes de esto».
Incapaz de hallar nada, Piloto estiró una de sus manos con los dedos rectos y preparados para sostener a la fuerza a quien fuera. Sin embargo, no persistió en su objetivo hasta el final y su mano se detuvo a pocos centímetros de la cabeza erizada de la especialista.
—¿Qué es esto? —preguntó, todo lo extrañado e impresionado que podía estar.
Luego, al pensarlo durante un momento, el hombre murmuró al tersegundo oficial con un gruñido de aceptación, y movió toda su figura de engendro hacia la joven. Inesquivable.
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Hundidos
Fiksi IlmiahBajo las aguas del mar de Thanis se encuentra ARGO, una instalación construida por una inteligencia artificial que proporciona toda la ayuda posible al equipo que investiga las extrañas criaturas del planeta. Sin embargo, las cosas no están de la me...