»2« Suerte Hermano.

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Te removiste en la cama aún sin ánimos de dormir, miraste por la ventana que quedaba en medio de las dos camas, el cielo es completamente oscuro con algunas estrellas. Soap estaba profundamente dormido, por primera vez descansaban sin tener un ojo abierto. Sonreiste al pensar en ello y al ver la tranquilidad con la que respiraba tu compañero.

Te pusiste el suéter negro y las botas. Habías usado el mismo calzado desde que empezaron a cazarlos, amarraste las agujetas y saliste en total silencio volviendo a cerrar la puerta. Caminaste por el oscuro pasillo sin problemas, al final había una pequeña lámpara encendida. Saliste al exterior y respiraste profundo, estaba helado y te gustaba sentir esa brisa chocando con tus mejillas volviendolas sonrosadas. Estabas sumergida en una total tranquilidad que te regalaban los sutiles sonidos de los grillos.

Bajaste los escalones con las manos en los bolsillos del suéter. No veias a nadie por lo que seguramente todos estarían dormidos. Había una pequeña casita o tal vez sería un almacén, no lo sabías. Después estaba un gran establo cerrado, pasaste cerca de el así que pudiste escuchar el sonido de algún corcel. En la puerta del otro extremo se salía hacia un corral, seguramente los entrenaban o domaban.

No estaba completamente oscuro, había algunas lámparas a las orillas del camino de piedras que cruzaba de manera céntrica el rancho. Había un pequeño estanque, algunas plantas adornando al rededor y más adelante algunos cuántos árboles. Diste la vuelta entre estos pero al volver la mirada hacia la casa notaste en el techo un punto rojo, automáticamente te volviste atrás del árbol.

- ¿Nos encontraron? No es posible... - estabas tensa y desprotegida, no llevabas un solo cuchillo o una simple navaja. Miraste a los lados y te cruzaste a otro árbol y luego detrás de las tablas del corral dónde las rodeaste por detrás del establo. Te perdiste entre los arbustos hasta que llegaste a la casa, antes de perder la vista hacia el techo el punto rojo seguía allí así que subiste con todo sigilo por la primer ventana y te impulsaste hacia la segunda planta y después hiciste lo mismo para llegar finalmente al tejado.

Alguien estaba de espaldas a ti con un rifle sostenido en el trípode y aunque no estaba en posición de tiro de todas formas decidiste atacar. Te acercaste doblando las rodillas para sostenerte firmemente a cada paso y cuando estuviste cerca ibas a tomarlo por el cuello, pero fue más rápido en girarse y tomarte del brazo para pasarte sobre su cuerpo y tirarte de espaldas sobre el piso dejándote inmóvil con su rodilla sobre tus piernas.

- Te vi desde que saliste. - Te sonrió Alejandro.

- Si sabías que era yo ¿Por qué me atacas? - Dijiste entre un quejido aún en el suelo.

- Tú me atacaste primero. - Tendió su mano para ayudarte y ambos quedaron de pie.

Sobaste tu espalda con un gesto de disgusto. - No sabía que eras tú, no llega suficiente luz.

Se sentó recargandose en una pequeña pared de costales de tierra que tenía como protección.

- Bueno, ahora ya lo sabes. - Siguió jugando con su arma, separaba todos los componentes y luego la volvía a ensamblar practicando su rapidez.

- ¿Tampoco podías dormir?

- No, solo estoy vigilando, quiero asegurarme que nadie sospechó. - Al lado también tenía una computadora con el campo de visión de las cámaras al rededor del rancho, tenían visión nocturna.

- Entonces debo dar las gracias. - Te recuperaste y también te sentaste en el suelo. - Estábamos acostumbrados a siempre turnarnos para vigilar durante la noche.

- ¿En dónde estaban antes de venir aquí?

- En todos lados y en ninguno. No podíamos quedarnos en un solo lugar y menos en ciudades donde hay ojos donde quiera.

Renegado - Alejandro Vargas©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora