»5« ¿Estás seguro de tu decisión?

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Alejandro estaba dentro de su almacén sentado en escalones, sus codos reposaban sobre sus rodillas y sus manos juntas golpeaban levemente repetidas veces sobre su frente estando agachado hace ya casi media hora. No paraba de pensar en lo que debía hacer o si tan solo lo que decidiera hacer sería lo correcto ¿De qué manera podría saberlo? El hambre se le había ido y consigo la energía sumando que no había dormido bien en los últimos días.

Su lealtad hasta cierto punto estaba con el ejército y su país ¿Pero era justo inculpar? ¿Era leal estar de parte de la corrupción? ¿A qué estaba siendo leal precisamente? Su moral y sus principios estaban comprometidos.

Rodolfo lo veía de lejos, tenía que acompañarlo puesto que necesitaban dos vehículos y cuando salieran tomarían caminos separados, no debían levantar sospechas. Ya en bastantes ocasiones habían abandonado el cuartel y era ley quedarse al menos uno para mantener el mando. Rudy veía su teléfono pero de vez en cuando volteaba a ver al Coronel en la misma posición. Le preocupaba pero no interrumpía.

Alejandro por fin se levantó. — Iré al rancho. — Se dirigió a la camioneta donde tenía todo el armamento.

— Pero... Alejandro. ¿Qué harás? — Se apresuro a encontrarlo. Lo detuvo antes de subir.

— Ya lo he pensado bastante, haré los que es mejor para todos. Vuelve al cuartel y no te muevas de allí, ya dimos mucho en que pensar.

— ¿Estás seguro de tu decisión? — Nuevamente lo miro dudoso pero Alejandro se veía tan decidido y cerrado que subió a la camioneta y cerró la puerta.

— Estoy seguro. — Respondió antes de encender y marcharse dejando a su compañero atrás.

Rudy se resignó y rogó para que lo que fuese que haya pensado estuviera bien. Volvió hacia adentro para cerrar y retirarse también.

• • •

— ¿Y siempre ha trabajado aquí? — Charlabas con Antonio que estaba alimentando a los caballos.

— Hace algunos años cuando el patrón compro el rancho, si.

— ¿Pero no hay más trabajadores? — Ayudaste echando un poco de alimento a uno.

— No, como casi nadie viene entonces no hay mucho que hacer, solo cuidar los caballos y el rancho. — Se quitó el sombrero para limpiar el sudor con un pañuelo.

— Si casi nadie viene ¿Por qué lo compro Alejandro?

— Su padre siempre quiso un rancho, así que en honor a el lo compró.

— Su padre está...

Antonio cerro los ojos con una mueca. — Hablé de más.

— No diré nada. — simulaste cerrar tu boca con un zipper.

— Casi no habla de ello, pero es más por seguridad. No sabría decirle más señorita. ¿Y usted tiene familia?

Miraste triste a un lado. Al menos algo tenían en común Alejandro y tú. — Mi madre solamente. Tenía dos hermanos y mi papá pero.... ellos... ya no están.

— Siempre usa eso ¿Verdad? — Apuntó a tu mano.

Acariciaste suavemente el guante que siempre llevas en tu mano izquierda, tenías al descubierto mitad del dedo pulgar e índice mientras que el resto estaban cubiertos por el material negro. — Es el recuerdo de alguien.

Renegado - Alejandro Vargas©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora