»4« Es mi deber como Coronel.

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- ¿Y bien. - Preguntó Alejandro a Price, ambos estaban disfrutando de un momento con un cigarrillo.

- Creo que avanza. Ayer estuvo todo el día metido en ello y hoy ha empezado temprano. - Respondió sostenido con el brazo hacia atrás en el corral.

- Espero que valga la pena o solo nos retrasará.

- Señor Alejandro. - Antonio se dirigió a él quitándose el sombrero. - Creo que debe revisar afuera del rancho, anoche me pareció ver a alguien.

Ambos militares fruncieron el ceño viéndose entre si.

- ¿Está seguro? - cuestionó Price apagando el cigarrillo e irguiendose.

- Estoy seguro de lo que ví, podría haber sabido si se trataba de algún animal pero era una persona, puedo estar viejo pero mis ojos no me engañan.

- Despreocúpate, me encargo, pero de ahora en adelante necesito que aumentes tu vigilancia. Sabes que no tengo a nadie más que cuide y conozca el rancho. - Comentó Alejandro también deshaciéndose del cigarrillo. - ¿ Me acompañas? - espero a Price. Este le afirmó.

Caminaron hasta el final del rancho donde Alejandro activó una palanca detrás de algunas cajas y posterior se abrió una puerta corrediza. Estaba tan bien camuflada con el tono y el acabado de la pared que era imposible percibirla para cualquiera.

- Que maldito. - Dejo salir Price provocando una media sonrisa en su acompañante.

- Siempre debo estar preparado, como bien comprenderás.

Ambos salieron por el hueco que se había abierto apenas lo suficientemente grande para caber una persona. Al estar fuera, detrás de un arbusto empujo con su pie otra palanca cerrando así la pasada.

- Cuando tenga un rancho ya se que haré. - Agregó nuevamente el capitán. Ambos prepararon el arma, a pesar de que habían dicho que renunciarían a ellas Alejandro por otro lado aceptaba que dejarlos desprotegidos era como ponerles la soga al cuello, así que por lo menos dejaba que portaran una pistola y una navaja. Nada de armas de mayor calibre.

Comenzaron su rastreo por la zona, por donde iban había rocas de gran tamaño y árboles tan enormes que era imposible ver entre ellos. Al otro lado del rancho era un prado así que mitad de este estaba metido en el boscoso lugar.

- ¿Crees encontrar algo? - cuestionó el Capitán centrado en su búsqueda.

- Si tenemos suerte sus huellas habrán quedado en algún lugar, con el frío la tierra se humedece.

- ¿Habías hecho esto antes? Rastrear.

- No para la milicia, mi padre solia ser amante de la cacería así que aprendí mucho cuando era un niño. Mira...- Se puso a la altura de la tierra pasando su mano por encima de un montoncito de hojas llenas de lodo. - Por allá también. - Apuntó más adelante

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- ¿Hace cuánto haces esto? - Preguntaste estando de pie tras Carlos, todos se turnaban para vigilar al joven.

- Mm... la primera vez que lo intente tenía 16. - No retiró la vista de las pantallas.

Te quedaste más tiempo vigilando. Sinceramente era muy aburrido no podían tener teléfonos, ni entrar a redes. Habían decidido no hacerlo mientras fueran blanco de cacería.

- ¿Haz visto al capitan? - Soap se asomo por la puerta.

- Creo que estaba afuera con Alejandro. ¿Pasa algo?

Renegado - Alejandro Vargas©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora