Yoshi no podía creer que Mariana estuviese devuelta. Por un momento no lo reconoció y se sintió un tanto intimidado por su figura. Era mucho más alta de lo que recordaba. Pero claro, la diferencia se le antojaba ahora abismal porque se encontraba a nivel de piso, siendo que su lugar solía ser en los brazos de la azabache.
Al principio, cuando irrumpió en la habitación, pensó que se trataba de un ladrón y estaba dispuesto a salir de su escondite para enfrentarle. Sin embargo, la mochila que la intruso dejó caer al suelo le espantó sobremanera que se hundió más entre las ropas y objetos destinados a donación. Aún aturdida, retiró un abrigo y continuó viendo entre las rendijas de la puerta corrediza; era más su curiosidad que su temor. Y cuando oyó a la mujer mayor (le costó mucho tiempo para reconocerla como "madre" de su niña) llamarle "Mariana" ala recién llegada para que bajase a cenar, todo rastro de miedo se disipó y fue reemplazado por la alegría e ilusión.
Yoshi entonces le vio con gran atención mientras Mariana se paseaba por la habitación. Estaba algo confundida porque había cambiado. Su rostro ya no era completamente dulce, había cierta evolución en ella.
Aunque apenas notaba ala niña que fue, hallaba cierto parentesco y rastro de aquellas facciones delicadas, las cuales adquirieron consistencia, adelgazando su rostro. Sin embargo, le reconocía y encontraba en el brillo risueño de sus ojos,los lunares y en las maneras que después de tanto aún mantenía.
No sabía cuánto había pasado desde la última vez que le vio: yoshi no podía mentalizar el tiempo, pero su estima abarcaba muchas "u" en la palabra "mucho". Lo más que recordaba es que se habían repetido las estaciones mínimo dos veces; este dato lo sabía porque cada dos estaciones la madre solía limpiar la habitación. Pero la verdad, la recordaba muchísimas más veces saliendo y entrando.
Yoshi no se dio cuenta cuándo se había ido Mariana; mientras recordaba, se había perdido en su mente, como solía hacer casi siempre: no había mucho que hacer desde que Mariana se fue. Sacudió su cabeza: ahora ya estaba Mariana, así que harían muchas cosas juntos, tal como era su costumbre.
Repasó los posibles juegos que les esperaban: saltar una encima de la otra, ser piratas, buscar aventuras en el "arenero" (el patio trasero que tiene una piscina de arena), ver a las hormigas llevar pedacitos de hojas sobre ellas, balancearse en la tablita de árbol (columpio), contar cuentos, acampar fuera, comer las galletas que hornee mamá y... Mariana entró al cuarto de nuevo. Tenía el cabello mojado y una toalla sobre sus hombros. Sunoo torció el cuello ante esto; luego recordó que ella suele "lavarse".
Algo que nunca le gustó a yoshi.
Mariana hizo amague de abrir el armario en donde estaba y yoshi, por inercia, se hundió más; sin embargo, en ese momento un ruido horrible se escuchó: un trueno había caído y enseguida la lluvia se desató. Eso bastó para para se fuese la luz, probablemente había caído en el transformador de la colonia. Enseguida, yoshi escuchó la voz de la madre que llamaba a Mariana, quien rápidamente salió. Apenas había abierto la puerta del armario, pero era suficiente para que ella lograra empujarla.
Al poco rato, Mariana regresó con una lucecita amarilla pequeña; utilizaban eso cuando la luz artificial se apagaba en situaciones como esa. La dejó sobre su mesita de noche y, bostezando, se metió en la cama. No tardó mucho para respirar con profundidad. Mientras la lluvia arreciaba, una apurada yoshi salía del armario, deteniéndose cuando estuvo al lado de la cama. Mariana dormía apaciblemente; yoshi la inspeccionó.
"Oye", refunfuñó, algo molesta porque Mariana no le hacía caso. Fuera la lluvia caía persistentemente. "Conque estás durmiendo sola... Hmm, como si estuvieras lista...". Hizo una mueca y cruzó los brazos sobre su pecho. "Ya que estás aquí, yo tendría que acompañarte al dormir, como antes". Al recordar todas las noches en las que una Mariana más pequeña le abrazaba, un relámpago iluminó el cielo y la habitación también, provocando que yoshi diera un respingo con los ojos completamente abiertos y una expresión de espanto, completamente sobresaltada por lo repentino.
Un segundo trueno se escuchó y yoshi, asustada por el miedo, lo único que pudo hacer fue encogerse al pie de la cama, ocultando su cabeza entre sus piernas y brazos. Un ligero temblor se apoderó de ella y se enojó con los truenos. "Uhhhh... horribles, horribles ruidos del cielo, los detesto, los detesto... ¿Duckie estará bien?, es muy miedosa con esto...". Alzó la cabeza como para comprobar su pregunta lanzada al aire y simplemente la vio durmiendo con tranquilidad. "Supongo que debería estar bien si me meto un momento con ella... Para tranquilizarla..." Pensó yoshi y, estirando la mano, apenas la tocó, pero Mariana suspiró y ella la retiró por miedo a despertarla. Intentó alzar la cobija de un extremo, atendiendo si Mariana se movía, pero afortunadamente no fue así y pudo acostarse junto a ella en un cachito de colchón (cabía perfectamente alli) y abrazarle por el abdomen en el momento exacto cuando otro trueno resonó con una furia inmensa. Yoshi chillón agudo y bajito, no pudiendo evitar cerrar los ojos y apretar en un puño la pijama de Mariana.
Ese trueno fue lo suficientemente fuerte que despertó a Mariana. O quizás fue la sensación de algo junto a ella. Parpadeó dos veces y acomodando la colcha sobre sí, encontró que su antiguo peluche de zorro blanco estaba a un lado de ella. Somnolienta se recargó sobre un codo y tomó al peluche en una de sus manos. Su aspecto dulce le recordaba a esos interminables días de su infancia. "¿Te sentías solo?" Dijo en un suspiró mientras se acostaba nuevamente y recostaba al peluche sobre uno de sus hombros, cerrando suavemente los ojos. Seguía conservando un lindo aroma a lavanda, el olor de su imperterrita niñez.
"¿Quién se siente solo? ¡A mí sólo me preocupa que tengas miedo!" Refunfuñó yoshi con el entrecejo fruncido, en su mente, pero de haberlo dicho, Mariana ni siquiera lo hubiera oído: tan sólo era su peluche favorito.