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Todo pasó tan rápido que Hermione apenas pudo procesarlo

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Todo pasó tan rápido que Hermione apenas pudo procesarlo. Desde que tomó la decisión de marcharse fue cuestión de una semana hasta que sus pies pisaron el aeropuerto de Seattle.

Lo primero que hizo fue renunciar a su trabajo en el Ministerio, de todas formas llevaba dos meses de baja así que para su jefe de sección fue un alivio saber que dimitía; despedir a una heroína de guerra habría dado muy mala prensa.

Lo segundo fue contárselo a sus amigos justo después de comprar los billetes, para no estar tentada a echarse hacia atrás. Harry y Ginny vivían en un pequeño apartamento demasiado desordenado, un reflejo de la vida caótica de la pareja. Ginny acababa de ser seleccionado como jugadora de las Arpías y Harry estaba en su última fase de entrenamiento para ser auror.

Ambos se mostraron sorprendidos cuando Hermione les anunció su plan.

-Pero, ¿por qué tan lejos? ¿No puedes desconectar en un sitio más cercano? –quiso saber Harry, clavando sus ojos verdes en su mejor amiga.

-Aquí hay muchos sitios bonitos, por ejemp-

-No digas el sur, por favor. –Hermione cortó en seco lo que iba a decir la menor de los Weasley, que por cómo apretó los labios supuso que sería algún lugar pintoresco del sur.

-Es que Estados Unidos está muy lejos, Herms, no podremos mandarte una lechuza. –se quejó Ginny.

-Dudo que en Forks estén acostumbrados a ver lechuzas llevando cartas, Gin. –refutó la castaña.

Harry se subió las gafas por la nariz, un gesto que hacía siempre que tenía una idea.

-Quizás podemos probar a instalar un teléfono. –sugirió.

Hermione lo miró con una amplia sonrisa. Había descartado la posibilidad de comunicarse con sus amigos más allá del correo ordinario, ni se le había pasado por la cabeza el invento más útil y evidente.

-¡Esa es una muy buena idea, Harry!

-Siempre ese tono de sorpresa. –se quejó el chico pero le devolvió la sonrisa con orgullo.

-Creo que papá tiene uno de esos tefonos en el cobertizo. –reflexionó Ginny en voz alta.

-Teléfono. –la corrigieron a la vez los dos miembros del trío dorado, provocando que la pelirroja pusiera los ojos en blanco.

-Os mandaré una carta con mi propio teléfono cuando me instale. –prometió Hermione.

-Más te vale, Hermione Granger, y espero que llegue este año el correo muggle.

La confianza de Ginny en el sistema postal, y en cualquier cosa muggle, siempre era abrumadoramente negativa.

Así que después de despedirse de sus amigos, pedirles que se despidieran del resto por ella y prometerles que, de verdad de verdad de verdad, les mandaría una carta en cuanto estuviera allí, hizo la maleta con lo más imprescindible y puso rumbo al aeropuerto.

Colisión de mundos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora